viernes, 4 de noviembre de 2016

NOS JUGAMOS EL FUTURO

Es un lugar común en las conversaciones bien pensantes hablar sobre “lo bien que está la educación en el País Vasco” y “lo bien atendidas que están nuestras criaturas en las ikastolas y colegios”.
En parte por ello,  ha sido especialmente esclarecedor el último informe de Save The Children sobre la escuela vasca, porque desmonta mitos muy arraigados  en el imaginario colectivo.
Según demuestra este informe, la escuela vasca no garantiza los mínimos exigibles respecto a la igualdad de oportunidades entre el alumnado, sino que por el contrario  segrega según la clase social y el origen; y consolida de esa forma las desigualdades sociales: más que en el resto del Estado español y bastante más que la media europea.
Es decir, que la escuela vasca, lejos de ser ese paraíso igualitario que nos venden, muestra  tintes clasistas, y  -por mucho que nos cueste utilizar el término en este ámbito- también racistas. No podemos decir otra cosa de un sistema que  discrimina con una educación de peor calidad a las personas pobres, y más todavía si son migrantes o gitanas.
En realidad, esto último no debería sorprendernos tanto, pues asociaciones de padres y madres, junto con diversos sindicatos de enseñantes, han denunciado recientemente la aparición de escuelas-gueto, en Gasteiz y otros lugares de la geografía vasca.
De la misma forma, el informe de la ONG en defensa de la infancia,  detalla muy bien las causas de esta discriminación, que son variadas y profundas.
Entre ellas hay dos muy significativas, que explican ese diferencial discriminador vasco con respecto a otras comunidades autónomas: el desmesurado peso de la escuela concertada y el sistema de modelos lingüísticos.
La escuela concertada es en buena parte exclusiva -o casi-  para sectores sociales de renta alta o media alta, y preferentemente nativos.
La escuela pública -en cambio- es más diversa, pero dentro de ella “también hay clases”. Esto es  debido a numerosos factores, que proporcionan menores posibilidades de éxito académico a las personas de origen extranjero o de extracción social baja, factores que van desde el uso de internet  a la elección de escuela…
Un conjunto de factores que rompen  con el principio de igualdad de oportunidades y con el ideal de una escuela que contribuya a corregir las crecientes desigualdades sociales.
Uno de esos factores -y no el menos importante- es el sistema de modelos lingüísticos, que está creando una brecha muy preocupante entre el alumnado nativo de clase media o media alta, conocedor del euskera (otra cosa es que lo hable o no); y el alumnado pobre, a menudo de origen migrante o gitano, que no conoce el euskera, o lo conoce muy poco.
A nadie se le escapa la importancia de la educación a la hora de conformar el tipo de sociedad de un país. Por eso es especialmente preocupante este informe, pues apunta a que nos encaminamos -si no cambiamos cuanto antes el rumbo- hacia una sociedad de dos velocidades.
De un lado,  personas nativas y de extracción social alta o media alta,  razonablemente preparadas para su inserción laboral, euskaldunes perfilados, con posibilidades de entrar en las administraciones  públicas vascas…
De otro, personas  pobres, migrantes o gitanas,  con mala preparación y sin conocimiento del euskera, lo que les negará su posible acceso a la administración, incluso a los niveles con salarios más bajos. Personas con grave riesgo de acabar en  el paro,  la precariedad laboral,  y la exclusión social.
¿Es ese el modelo de país que queremos? Si es así reconozcámoslo,  y asumamos también las graves tensiones y conflictos sociales que ocasionará; incluyendo una más que probable quiebra de la convivencia, el aumento del racismo y la delincuencia; y  también el aumento de sentimientos negativos hacia el euskera, que se verá por parte de las personas discriminadas no como una factor de integración sino como una barrera que les impide acceder a ciertos estándares mínimos de nivel de vida.
Pero, si no es este el país que queremos, si queremos un país donde la justicia social y la igualdad de oportunidades marque la senda,   pongamos en marcha cuanto antes cambios radicales en el modelo educativo.
Eliminemos un sistema de modelos lingüísticos profundamente discriminador, y garanticemos el aprendizaje del euskera a todas las personas.
Acabemos con los guetos escolares, poniendo en marcha sistemas de ratios en todo el ámbito escolar,  incluida la escuela concertada, incluidas las ikastolas.
Elaboremos programas de discriminación positiva eficaz para los sectores en riesgo de exclusión.   
Y reduzcamos la desmesurada importancia de la escuela concertada  en comparación con la escuela pública, que debe ser el eje central, cuantitativa y cualitativamente hablando,  del conjunto del sistema educativo.
Y hagámoslo pronto. Al fin y al cabo nos jugamos el futuro.
Juan Ibarrondo.
Gasteiz.

01/11/2016.