viernes, 22 de marzo de 2013
ESTO NO ES UN ARTÍCULO DE OPINIÓN (Juan Ibarrondo, Andres Krakenberger, Bherta Gaztelumendi)
la Historia es interpretable. Sin embargo, cualquiera que trate de acercarse a ella con una mínima honradez científica, nos dirá que si bien es lícito interpretar los hechos históricos, no lo es en cambio tergiversarlos. Lo mismo pasa con el Derecho en general, con el Derecho Internacional de los Derechos Humanos y con lo que éste dispone para las personas reclusas o privadas de libertad.
Analicemos algunos de estos principios empezando por lo que dispone el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, de obligado cumplimiento por los Estados-parte del mismo, como es el caso del Estado español. Este tratado establece que "toda persona privada de libertad será tratada humanamente y con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano". También que "no se impondrá pena más grave que la aplicable en el momento de la comisión del delito". Más adelante, añade que "toda persona detenida o presa será llevada sin demora ante un juez (…) y tendrá derecho a ser juzgada dentro de un plazo razonable o a ser puesta en libertad".
Las Normas mínimas de Naciones Unidas para el tratamiento de los reclusos vienen enmarcadas por un principio general que proclama que "las reglas deben ser aplicadas imparcialmente" y "no se debe hacer diferencias de trato fundadas en prejuicios, principalmente de raza, color, sexo, lengua, religión, opinión política o cualquier otra opinión, de origen nacional o social, fortuna, nacimiento u otra situación cualquiera". Los Principios de Naciones Unidas para la protección de todas las personas sometidas a cualquier forma de detención o prisión estipulan que "el régimen penitenciario consistirá en un tratamiento cuya finalidad esencial será la reforma y la readaptación social de los penados".
lunes, 11 de marzo de 2013
POLÍTICOS Y PSIQUIATRAS
Hay veces que los argumentos vienen de la razón, otras escribimos con el corazón, pero hay ocasiones
en que son las tripas las que hablan. Escribimos desde la indignación, cuando
en lo más profundo de nuestro ser hay algo que nos produce un desgarro, que
provoca un grito de protesta. Algo así sentí el otro día cuando escuché las
declaraciones del concejal de asuntos sociales de Bilbao, al referirse al
trabajador bilbaíno, que horas antes había muerto tras arrojarse por la ventana de su casa; justo en
el momento en que iba a ser desalojado de su casa en alquiler.
Con toda la calma del mundo, el señor concejal recomendó a
quienes sufren este tipo de situaciones que no se tiren por la ventana -que
queda fatal para la marca Bilbao, le faltó decir- sino que pidan ayuda a los
servicios de base municipales, que para eso están.
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