Al
hilo de los sucesos violentos que han tenido lugar en los últimos meses, tras
las manifestaciones de Bilbao y Madrid contra las políticas neoliberales. Me
gustaría trasladar algunas reflexiones sobre la violencia política.
Para
empezar, es necesario dejar claro, que -contrariamente
a lo que asegura la retórica oficial- el
sistema político y económico en el que vivimos, lejos de valorar la vida humana
como valor supremo, es capaz de sacrificarla sin sonrojo por un puñado de
euros.
Es
más, incluso podemos decir, que en este sistema se banaliza la muerte violenta
ocultando su origen: miramos para otro lado y basta.
Es
el caso de los mal llamados accidentes laborales, producto de la
sobreexplotación y la precariedad, o las muertes producidas en guerras,
inducidas por intereses económicos, incluido el siniestro comercio de armas...
La
violencia estructural, banalizada, y a menudo oculta, es tan grande que podemos
hablar sin exageraciones de un sistema que basa su crecimiento en la violencia
y la muerte.
Sin
embargo, en mi opinión, la pregunta clave que debemos hacernos ante esta
situación no es sobre la legitimidad ética de la violencia política. Pues hay
una pregunta previa y más importante que deberíamos hacernos: ¿Qué podemos
hacer para cambiar este estado de cosas?
Dicho
de otra forma, ¿qué estrategias son las más adecuadas para convertir ese
sistema, basado en la violencia estructural y la muerte, en otro, que tenga
como fundamentos la reproducción de la vida, el apoyo mutuo y el consenso?