El próximo 8 de octubre comenzará el curso de guión cinematográfico, impartido por Juan Ibarrondo, dentro de los cursos de Iniciación a La Práctica Artística, organizados por el Ayuntamiento de Gasteiz.
El curso tendrá una duración de seis meses, con una sesión semanal de dos horas, de 19 a 21h en el Centro Cívico Aldabe, de Vitoria-Gasteiz, todos los miércoles entre octubre y enero.
Este año, el curso además de versar sobre lenguaje cinematográfico y guión literario, incluirá 6 sesiones dedicadas al guión técnico, a cargo de Zuriñe y Ruth, de la asociación AMOC.
Las plazas son limitadas, por lo que si estáis interesadas/os es conveniente matricularse cuanto antes en cualquiera de los Centros Cívicos en la oficina de atención ciudadana.
Aprovecho para recordaros que el grupo del pasado curso está en estos momentos realizando un corto a partir de un guión confeccionado en clase.
jueves, 28 de agosto de 2014
miércoles, 13 de agosto de 2014
DERECHO A LA SOLIDARIDAD INTERNACIONAL ¿UN NUEVO DERECHO PARA UN NUEVO TIEMPO?
Josu Oskoz, Juan Ibarrondo y Andrés Krakenberger
Asociación Pro Derechos Humanos Argituz
El Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas examinará un proyecto proyecto de declaración sobre el derecho de los pueblos y las personas a la solidaridad internacional. Los autores del artículo definen ese derecho que consideran fundamental como aquel «en virtud del cual todos los seres humanos y todos los pueblos tienen derecho a beneficiarse, por igual y sin discriminación, de una sociedad armoniosa, con un orden político y económico mundial justo y equitativo, en la que puedan ejercerse plenamente todos los derechos humanos y libertades fundamentales». Consideran, asimismo, que de la solidaridad internacional depende la superación de grandes retos, como el calentamiento global o la erradicación de la pobreza y el hambre.
sábado, 2 de agosto de 2014
MEMORIA, HISTORIA Y DERECHOS HUMANOS
Andres Krakenberger, Sabino Ormazabal, Juan Ibarrondo.
Asociación pro Derechos Humanos Argituz
Pieter Gehl (1887-1966), un respetado historiador holandés, fue encarcelado en el espantoso campo de concentración de Buchenwald. En unas circunstancias tan extremas redactó su estudio –considerado ya como un clásico- "Napoleón, a favor y en contra", en el que aseguraba que hay tantas interpretaciones válidas de un evento histórico como historiadores que las formulan; lo cual fue toda una postura subversiva contra el punto de vista de la historia más totalitario que imperaba por aquel entonces.
La historia nunca es objetiva, porque siempre la veremos a través de la subjetividad de quien la redacta. No obstante, hay dos cosas que los consumidores de Historia podemos y debemos exigir: rigor y honestidad intelectual. El rigor supone una investigación exhaustiva y detallada de los hechos sobre los que se centra, así como un análisis solvente, que implica no inferir necesariamente que las conclusiones que se saquen de un periodo sean aplicables tal cual a otros. La honestidad intelectual, por su parte, es una actitud personal que lucha contra el prejuicio propio y procura reflejar lo ocurrido de forma veraz.
La labor de historiadores e historiadoras es fundamental, aún más si cabe, a la hora de reflejar los distintos ejercicios de memoria que se producen tras un periodo de graves conculcaciones de derechos humanos, pues como tal contribuyen al derecho a la verdad. Sin embargo, el derecho internacional de los derechos humanos obliga a los Estados –que no a los profesionales de la historia- a reconocer que todas las víctimas tienen derecho a la verdad, justicia y reparación sin discriminación de ninguna clase ni por ningún motivo.
El concepto de víctima tiene implicaciones legales y morales. Es, además, un concepto que se puede extender –erróneamente- a comunidades enteras, cuando las personas individuales que las componen pueden o no haber sido victimizadas. La distinción es importante, porque el reconocimiento de víctima de una grave conculcación de derechos humanos básicos genera no sólo derechos, sino también simpatía. Por eso, llama muchísimo la atención que haya casos, como en nuestro pasado reciente, en que se niega la condición de víctimas a distintas personas.
Es lo que ocurre con las víctimas del franquismo. Prueba de ello es que en el título oficial de la llamada Ley de la Memoria histórica no se hable de víctimas sino de “quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura”. También resulta extraño el déficit de reconocimiento que se da a las víctimas de grupos parapoliciales o de funcionarios del Estado.
Los Principios sobre Víctimas aprobados por Naciones Unidas son una guía que deja al descubierto las asimetrías existentes en materia de verdad, justicia, reparación y, sobre todo, no discriminación, que se dan en nuestro país. En ese contexto, alarman sobremanera las tentaciones declaradas de algunos historiadores de no centrar la cuestión en la vulneración de derechos humanos que se produjo. Afirmar que detrás de los crímenes de ETA había un proyecto político concreto y articulado, y que detrás de los realizados por otros victimarios no lo había, es una afirmación cuanto menos arriesgada; sobre todo si es acompañada por la expresión “otras víctimas”, como si fueran de segunda clase.
La memoria no es historia, sino una construcción subjetiva y colectiva del pasado que depende en gran medida de los sentimientos y que desempeña un papel central para comprender la relevancia que se adjudica a determinados hechos del presente. Esto se puede hacer rememorando u olvidando, pues ambos son aspectos inherentes a la memoria.
La memoria es, en definitiva, un ejercicio sobre los hechos del pasado, realizado desde el presente, para intentar influir en el futuro que se quiere construir. Por ello,el papel de la Historia no debe ser el de sustituir a la memoria sino, más bien, el de ayudar -desde el rigor y el método- a la construcción de una memoria colectiva inclusiva y plural y contribuir a la formulación de un relato incluyente, basado en análisis críticos.
Orwell, en "1984", afirmaba que “quien controla el pasado controla el futuro. Quien controla el presente controla el pasado”. Afortunadamente la realidad es otra y es tozuda.
Asociación pro Derechos Humanos Argituz
Pieter Gehl (1887-1966), un respetado historiador holandés, fue encarcelado en el espantoso campo de concentración de Buchenwald. En unas circunstancias tan extremas redactó su estudio –considerado ya como un clásico- "Napoleón, a favor y en contra", en el que aseguraba que hay tantas interpretaciones válidas de un evento histórico como historiadores que las formulan; lo cual fue toda una postura subversiva contra el punto de vista de la historia más totalitario que imperaba por aquel entonces.
La historia nunca es objetiva, porque siempre la veremos a través de la subjetividad de quien la redacta. No obstante, hay dos cosas que los consumidores de Historia podemos y debemos exigir: rigor y honestidad intelectual. El rigor supone una investigación exhaustiva y detallada de los hechos sobre los que se centra, así como un análisis solvente, que implica no inferir necesariamente que las conclusiones que se saquen de un periodo sean aplicables tal cual a otros. La honestidad intelectual, por su parte, es una actitud personal que lucha contra el prejuicio propio y procura reflejar lo ocurrido de forma veraz.
La labor de historiadores e historiadoras es fundamental, aún más si cabe, a la hora de reflejar los distintos ejercicios de memoria que se producen tras un periodo de graves conculcaciones de derechos humanos, pues como tal contribuyen al derecho a la verdad. Sin embargo, el derecho internacional de los derechos humanos obliga a los Estados –que no a los profesionales de la historia- a reconocer que todas las víctimas tienen derecho a la verdad, justicia y reparación sin discriminación de ninguna clase ni por ningún motivo.
El concepto de víctima tiene implicaciones legales y morales. Es, además, un concepto que se puede extender –erróneamente- a comunidades enteras, cuando las personas individuales que las componen pueden o no haber sido victimizadas. La distinción es importante, porque el reconocimiento de víctima de una grave conculcación de derechos humanos básicos genera no sólo derechos, sino también simpatía. Por eso, llama muchísimo la atención que haya casos, como en nuestro pasado reciente, en que se niega la condición de víctimas a distintas personas.
Es lo que ocurre con las víctimas del franquismo. Prueba de ello es que en el título oficial de la llamada Ley de la Memoria histórica no se hable de víctimas sino de “quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura”. También resulta extraño el déficit de reconocimiento que se da a las víctimas de grupos parapoliciales o de funcionarios del Estado.
Los Principios sobre Víctimas aprobados por Naciones Unidas son una guía que deja al descubierto las asimetrías existentes en materia de verdad, justicia, reparación y, sobre todo, no discriminación, que se dan en nuestro país. En ese contexto, alarman sobremanera las tentaciones declaradas de algunos historiadores de no centrar la cuestión en la vulneración de derechos humanos que se produjo. Afirmar que detrás de los crímenes de ETA había un proyecto político concreto y articulado, y que detrás de los realizados por otros victimarios no lo había, es una afirmación cuanto menos arriesgada; sobre todo si es acompañada por la expresión “otras víctimas”, como si fueran de segunda clase.
La memoria no es historia, sino una construcción subjetiva y colectiva del pasado que depende en gran medida de los sentimientos y que desempeña un papel central para comprender la relevancia que se adjudica a determinados hechos del presente. Esto se puede hacer rememorando u olvidando, pues ambos son aspectos inherentes a la memoria.
La memoria es, en definitiva, un ejercicio sobre los hechos del pasado, realizado desde el presente, para intentar influir en el futuro que se quiere construir. Por ello,el papel de la Historia no debe ser el de sustituir a la memoria sino, más bien, el de ayudar -desde el rigor y el método- a la construcción de una memoria colectiva inclusiva y plural y contribuir a la formulación de un relato incluyente, basado en análisis críticos.
Orwell, en "1984", afirmaba que “quien controla el pasado controla el futuro. Quien controla el presente controla el pasado”. Afortunadamente la realidad es otra y es tozuda.
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