Se imaginan
ustedes que un partido político -o una institución pública- se negara a recibir
a una asociación de víctimas del terrorismo que se lo solicitara de forma
respetuosa y reiterada.
El escándalo
sería monumental: lloverían merecidas críticas en los medios de comunicación, y el resto de formaciones o instituciones
condenaría de inmediato ese inaudito proceder.
Pues bien,
ni más ni menos, eso es que lo está sucediendo en Vitoria. El Obispado de la
ciudad, más en concreto su vicario, se niega repetidamente a recibir y reunirse
con la asociación de víctimas del 3 de Marzo: víctimas de violencia de
motivación política reconocidas por el
Gobierno Vasco, el Parlamento Vasco, La
DFA, y el Ayuntamiento de Gasteiz.
Desde la
asociación 3 de Marzo se solicita reunirse para consensuar cómo utilizar un trocito de “su” iglesia - la Iglesia de San Francisco, donde se
produjo la masacre del tres de marzo de 1976- para realizar una intervención artística, que
es parte de un memorial más amplio cuando se cumplen 40 años de la masacre.
Los
responsables eclesiásticos responden negándose incluso a tratar la cuestión, con una actitud de orgulloso desdén
patrimonialista, que se aleja tanto de los valores que enseña el evangelio como del respeto a los derechos humanos de
todas las personas, sean creyentes o no.
Se han
parado a pensar los responsables de la Diócesis, que este proceder podría ser
entendido como causante de doble victimización hacia las víctimas, sus familiares
y allegados: una figura del Derecho Internacional de DDHH, que en algunos casos
puede incluso ser causa de responsabilidades penales.
Entendiendo,
que el rechazo hacia su razonable solicitud
supone un menosprecio y una ofensa, pudiendo ocasionar daños morales y añadir
sufrimiento a las víctimas, que así ven negado su legítimo derecho a la verdad,
justicia y reparación; mientras que se
menoscaba también el derecho de la sociedad a
la memoria colectiva de lo sucedido.
¿Dónde está
la humildad que propugna el Papa Francisco? ¿Dónde queda el compromiso de la
Iglesia con los desfavorecidos, con las víctimas?.. Afortunadamente, estoy
seguro de que esta actitud, que nos retrotrae a un pasado que creíamos ya
superado, corresponde en exclusiva a un pequeño grupo de eclesiásticos, y ni mucho menos al conjunto de los sacerdotes, creyentes y/o practicantes de Gasteiz.
Volver a
Trento -o al nacional catolicismo- no
parece de recibo en estos tiempos; aunque la idea de que el templo, en vez de
ser un lugar abierto de acogida, sea el
patrimonio particular de determinados cargos eclesiales parece ir en esa
línea.
Podría
continuar, desde otra perspectiva, considerando que ya que la Iglesia recibe de
la administración un trato favorable en la cuestión impositiva, como en el caso
del IBI -que no paga-, podría por lo
menos colaborar con las instituciones públicas
cediendo una insignificante parte de su cuantioso patrimonio para una
actividad apoyada por el conjunto de instituciones de la ciudad, de las formaciones políticas, y la inmensa mayoría de la ciudadanía que
considera a las víctimas del 3 de marzo como suyas.
Sin embargo,
prefiero terminar apelando al espíritu
evangélico de los responsables de la diócesis -y en particular de su vicario
señor Fernando Gonzalo Bilbao- para que
reconsidere su actitud desde la humildad y el respeto a los derechos humanos,
que estoy seguro profesa; y acceda a reunirse con la asociación de víctimas
del 3 de Marzo para iniciar un diálogo
constructivo que ponga fin a este desafortunado episodio desde el consenso y el
respeto mutuo.
Juan
Ibarrondo
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