EL 15 DE JULIO RECOBRAMOS LA MEMORIA.
Se dice que la memoria humana es caprichosa y que tendemos a
olvidar los males ajenos con facilidad. El psicoanálisis explica el olvido -o
la amnesia- como un mecanismo de defensa
de la mente humana para evitar enloquecer de dolor ante traumas psicológicos de
gran calado.
Sin embargo, ese olvido, que puede ser útil en situaciones
extremas, si se prolonga en el tiempo acaba convirtiéndose en neurosis, pues imposibilita tomar las medidas adecuadas
para superar las causas de la desgracia o el trauma que nos aqueja.
Tal vez eso explique, en parte, el olvido generalizado y
progresivo de la mayoría de la sociedad hacia uno de los mayores dramas de este
siglo, un drama que sucede ahí mismo, en las puertas de nuestra casa común, al
otro lado de los muros de la Europa fortaleza.
En los últimos tiempos, hemos asistido a una serie repetida
de imágenes terribles en la pantalla de nuestros televisores. Veíamos, cómodamente
sentados en el sofá, como se ahogaban, uno detrás de otros, hombres, mujeres y
niños tratando de alcanzar las costas europeas.
Hemos visto como guardias civiles disparaban pelotas de goma
contra cuerpos inermes a merced del mar, como se deslizaba la sangre sobre las
concertinas, madres ahogadas por poner a salvo a sus criaturas, niños muertos
en las playas devueltos por el mar como ballenas varadas… Y en un momento dado,
sobrepasados por tanta crueldad, por tanto sufrimiento evitable, hemos decidido volver la cabeza y no mirar
más.
En parte ése ha sido el origen del olvido. Pero sólo en
parte. No sólo ha sido una debilidad humana justificable la que explica que en
los medios de comunicación no aparezcan ya casi noticias sobre los refugiados.
Las agendas de los
medios no las marcan los lectores o los telespectadores, como aseguran sus
responsables, o por lo menos no sólo ellos.
Juegan en esto otros
factores, como los intereses políticos y económicos de las grandes
corporaciones mediáticas, que son las que marcan las agendas informativas de la
inmensa mayoría de los medios de comunicación. Grandes conglomerados
empresariados ligados al poder político, que no están interesados en perjudicar la
imagen de la UE y sus gobiernos.
Por tanto, prefieren destacar otros asuntos: más banales
como la Eurocopa, o más favorables para justificar sus políticas de
seguridad, como el terrorismo
fundamentalista o la maldad de las mafias de personas…
Obviando la simple pero evidente verdad de que todas esas
personas -que ya no nos muestran como antes- no habrían fallecido si se les hubiera
facilitado un asilo político al que tenían derecho según las normas del mundo
que- contra toda evidencia- insistimos en llamar civilizado.
Todo esto lo sabemos,
y podemos incluso criticarlo en las redes sociales, convencer a los
convencidos, escribir artículos como este…, pero también sabemos que -por desgracia- de
poco servirá para cambiar las cosas.
El infamante tratado de la UE con Turquía, las componendas y
“sobornos” con las dictaduras del otro lado del Mediterráneo seguirán su curso…,
y la amnesia colectiva seguirá encubriendo las muertes, el sufrimiento, la
crueldad de políticos que por no perder un voto prefieren tener su patio
trasero lleno de cadáveres, el auge de la extrema derecha, la xenofobia
escalando posiciones a las puertas de casa… todo seguirá igual.
O no. Tal vez todavía estemos a tiempo dar un puñetazo sobre
la mesa que nos despierte, provocar un sobresalto, un estruendo mediático que
ponga las cosas en su sitio. O por lo menos tenemos la posibilidad de
intentarlo.
Esto es lo que trataremos de lograr -junto con otras
iniciativas- con la caravana de autobuses que el 15 de julio partirá para
Grecia.
Lanzar un grito bien alto capaz de romper la modorra veraniega.
Concienciar y concienciarnos sobre lo
que está pasando en un país convertido contra su voluntad en un gran “campo de
concentración” a cielo abierto; y después, gritarlo a los cuatro vientos.
Lo haremos por ellas, por las personas refugiadas, y por
nosotras, porque si la amnesia continúa, si no somos capaces de mirar de frente
lo que pasa a nuestro alrededor, acabaremos convertidos en marionetas sin
dignidad ni voluntad propia, títeres al servicio de los mismos amos que niegan
el pan y la sal a nuestros vecinos que huyen de la muerte y la miseria.
Lo haremos por nuestros hijos y por nuestros mayores, que
tuvieron que salir hace no tanto de
nuestra tierra huyendo de otras guerras, de otros fanatismos, de otros
fundamentalismos... Y lo haremos también por quienes los acogieron entonces, y por los
que ahora en países empobrecidos comparten lo poco que tienen con los que no
tienen nada.
Todavía puedes apuntarte.
Juan Ibarrondo
Gasteiz 30/06/2016