martes, 11 de octubre de 2011

CHANTAJES

Podemos dulcificar el lenguaje, buscar justificaciones en los malos tiempos… pero la verdad es que vivimos una época en la que el chantaje se generaliza en las relaciones laborales y políticas.


Las multinacionales foráneas, Mercedes y Michelín, chantajean a sus trabajadores -y de paso a la propia ciudadanía de Gasteiz- con llevarse la producción si sus operarios no trabajan exactamente bajo las condiciones que ellos marcan.


La patronal nativa -mientras tanto- aprovecha para  exigir pagar todavía menos impuestos;  dicen que para mantener el talento en casa, confundiendo así talento con capital. Realizan de esa forma un chantaje encubierto hacia los poderes públicos, amenazando -un día sí y otro también- con deslocalizaciones  como en Esmaltaciones.

Los gobiernos chantajeados, chantajean a su vez a los ciudadanos, previendo males mayores si no se laminan “adecuadamente” los derechos que tanto costó conseguir a generaciones anteriores. Por último, en la cima de esta cascada chantajista, los bancos chantajean a los Estados con un crack global si no los recapitalizan  con dinero público.


El miedo es libre, y ciertamente ceder al chantaje puede parece la única opción en una situación como la que estamos viviendo. Personalmente, puedo entender que las personas que están más abajo en esta cadena cedan al chantaje, ante el miedo a perder lo único que tienen: su trabajo. Más difícil de comprender me resulta que los responsables políticos tengan la misma actitud, y no cumplan con su obligación de gestionar el común. Y no puedo aceptar que  hagan dejación de sus funciones coercitivas -incluido el monopolio de la violencia- con las que sin duda podrían poner coto a los chantajistas.


Lo peor de todo es que, cuanto más tiempo se cede al chantaje, más difícil es escapar de sus redes ¿Habrá alguien capaz de romper la cadena? ¿Quién dará un paso al frente ante tanto abuso?