PARA LA INICIATIVA HALA BAZAN
Cuando el consejero Antunez recogió la nota, quedó muy extrañado. No sabía muy bien cómo interpretarla, pero, definitivamente, aquello era muy raro. En un principio, pensó que se trataba de una broma, o tal vez que alguien trataba de tenderle una trampa. En cualquiera de los dos casos, bromista o enemigo, quien quiera que hubiera enviado aquel anónimo se había tomado mucho trabajo para hacerlo.
En primer lugar, conseguir tinta y papel resultaba, además de difícil, extremadamente caro. Habría que recurrir a un anticuario, o a algún coleccionista, para poder adquirir el papel; y la tinta resultaba todavía más cara y difícil de encontrar. Además, quien hubiera deslizado la nota bajo la puerta de su apartamento tendría que conocer el código de acceso al edificio, y sortear de alguna manera al portero: un tipo de natural desconfiado nada fácil de engañar.