Una
de las enseñanzas -tal vez la más importante- que sacamos de la exitosa
manifestación del día 11 de enero en Bilbao, nos habla de la enorme fuerza que
es capaz de desarrollar la sociedad civil organizada. Una fuerza contra la que
resulta muy difícil oponerse desde el poder.
Ni resoluciones judiciales, ni estrategias
mediáticas, ni operaciones policiales… han sido -en esta ocasión- capaces de parar la firme voluntad de la ciudadanía
organizada. Cuando el objetivo que se
persigue es justo -y así lo entiende en este caso la mayoría social vasca- los métodos de lucha son participativos,
imaginativos, flexibles, pacíficos, democráticos… resulta difícil contener la
marea.
Aunque,
ciertamente, intentar se ha intentado. Pero, cada vez que el gobierno y sus
corifeos mediáticos actuaban, conseguían lo contrario que pretendían: lograban
que el movimiento consiguiera más apoyos
y más plurales.
Primero,
tuvo lugar la redada contra Herrira, que consiguió llenar las calles en defensa
de esta organización ciudadana y aunar voces -hasta entonces divididas- contra una
operación policial que generó muchas
dudas, incluso en sectores que normalmente apoyan este tipo de intervenciones.
El hecho de que este movimiento ciudadano había tenido una actuación abierta,
dialogante, flexible…, restaba toda credibilidad a la tesis de que era “un
tentáculo” de ETA.
Muchas
de esas voces disconformes con la operación contra Herrira, formaron entonces
Tantaz Tanta (gota a gota). Una iniciativa ciudadana plural, organizada desde
abajo, con una organización precaria… Siempre bajo la amenaza gubernamental de
ilegalización, con la excusa de ser continuadora de Herrrira; y por tanto -según
cierta lógica perversa- un nuevo tentáculo de la “hidra etarra”, por usar un término
acorde con la neo lengua de los voceros gubernamentales y sus pintorescos
tertulianos de palacio.
Sin
embargo, esa suma de gotas, se mostró eficaz a la hora de lograr su principal objetivo:
organizar el mar de gotas contra la dispersión del 11de enero en Bilbao, que se
preveía masivo, y que fue prohibido. Eso
sí, tras ciertos titubeos por parte de un juez, que -como Pilatos- a pesar de
no ver delito, se lavó las manos y dejó en manos de otro la decisión.
Unos
días antes, el colectivo de presos políticos vascos, había dado un paso que se
le venía demandando hacía tiempo desde instancias diversas, incluido el PP: la
aceptación de las vías individuales para la obtención de beneficios penitenciarios,
el reconocimiento del daño causado, y el compromiso de no repetición del daño. Los
expresos apoyaron de forma unánime la decisión. Una corriente de optimismo y esperanza comenzaba a fluir en la sociedad
vasca. El proceso de paz parecía salir de su bloqueo.
La
respuesta gubernamental volvió a sorprender a propios y extraños. Una nueva
operación policial. En este caso contra los interlocutores de los presos y sus
abogados. Y, como colofón, la prohibición de la marcha de Bilbao.
Paralelamente,
se puso en marcha una campaña mediática intoxicadora -que seguía a la mantenida
tras la resolución del tribunal europeo de derechos humanos- tan exacerbada,
desmedida e irresponsable, que hacía dudar de su conveniencia incluso a los
hasta entonces apoyos mediáticos indiscutibles del “consenso antiterrorista”.
Puede que esta suma de estrategias surtiera su efecto a
la hora de contentar a la parroquia más ultraderechista del PP; pero, en
Euskalherria, provocó tal rechazo popular, que llegó a cortocircuitar la
delicada geometría política vasca. La
sociedad vasca, no estaba ya dispuesta a
consentir tanta imposición, y las redes sociales ardieron. Nadie quería quedarse en casa.
El
gobierno vasco estaba en un brete, pues debía reprimir la iniciativa contra el
sentir de sus propias bases. Así, que hizo de la necesidad virtud y decidió
convocar la marcha. De esa forma, se pudo ver una foto inusual: el PNV y la
Izquierda Abertzale convocando de forma conjunta una movilización.
Las
consecuencias políticas de esta foto son todavía una incógnita. Pero, en todo
caso, no debemos olvidar que su causa
fue, en parte, la torpeza de la estrategia del gobierno español -eskerrik asko
juez Velasco repetían las redes- pero, sobre todo, el impulso decisivo de la
ciudadanía organizada. Pues la marea
humana que llenó las calles de Bilbao, no respondía tanto a una convocatoria
partidaria como a un movimiento ciudadano de base, que exigía unos objetivos
compartidos por la mayoría social en Euskalherria.