Eduardo Dato
¡¡Por
fin!! ¡¡Nunca es tarde si la dicha es buena!! ¡¡Más vale tarde que nunca!!... y otros dichos similares, se escuchan estos
día en boca de los hijos de la derecha alavesa
para narrar su reciente orgasmo político.
Por
fin se ha cumplido el sueño, que durante décadas -por no decir siglos-, ha tenido el
vitorianismo conservador.
Una
familia política y- entiéndase en este caso el término “familia” en sentido
bastante literal- que, desde los tiempos
de Eduardo Dato, esperaba ansiosa a que uno de sus hijos alcanzara de nuevo los
laureles ministeriales en la villa y corte española.
Aunque,
ciertamente, Eduardo Dato sólo era alavés por parte de madre, y además vivió la mayor parte de su vida en La Coruña,
y luego en Madrid, donde desarrolló -eso sí-
una fulgurante cartera con presidencia del gobierno incluida. Una
carrera truncada -como sabemos- por el atentado anarquista que acabó con su
vida.
Mucho
le queda por tanto a Alfonso Alonso para alcanzar la fama y lustre de su ilustre predecesor, si me permiten el ripio. Muchos
años han pasado desde los tiempos en que vivió quien da nombre a una de las calles
principales de Vitoria. Sin embargo, no dejan de asombrarnos -a poco que nos
fijemos- las coincidencias entre aquella época y la actual. Una época, en la
que, como ahora, el bipartidismo de liberales y conservadores, escondía, tras
supuestas divergencias -a veces exageradas hasta el extremo desde la
retórica- coincidencias básicas respecto
al modelo social y político; es decir, el control de la economía y la política
por unas pocas familias oligárquicas, y la monarquía borbónica restaurada.
Una
época, también, en la que el régimen se tambaleaba ante los embates del pujante
movimiento obrero, las corrientes renovadoras republicanas de distinto signo, y
los movimientos secesionistas de las naciones sin Estado del reino de España.
Una
época, donde la corrupción era carta de
naturaleza, y el descrédito de la monarquía y el clero iban en aumento. En una
profunda crisis, tanto del turnismo político, como de la monarquía, el régimen
económico oligárquico, y la propia nación española…. ¿Les suena a algo?
Tampoco
las aspiraciones de la derecha -liberal o conservadora- alavesa de entonces
eran tan distintas de las de ahora. Y, entre ellas, siempre destacó entre los
hijos de la provincia más noble y más leal, la posibilidad de utilizarla como
trampolín político para hacer carrera en Madrid.
Decía
Carlos Marx que la historia sólo se repite como parodia, y, desde luego, en el
caso que nos ocupa parece ser así.
Entre
la época de Dato y Alonso -o de su sucesor Maroto- la diferencia puede
estimarse en metros de tortilla de patatas. Además, visto el “carrerón” de la
predecesora de Alonso en el ministerio, el orgasmo alavesista corre el riesgo
cierto de convertirse en gatillazo.
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