jueves, 14 de mayo de 2015

LA CIUDAD VISTA A VUELO DE PÁJARO

Miremos hoy  de otra forma la ciudad. 
No pensemos en las casas, las iglesias, las anchas avenidas…
No detengamos la mirada en centros comerciales, polígonos fabriles, o grandes centros deportivos…
No veamos  la ciudad como un instante detenido, como una foto fija en blanco y negro.
Os propongo que, por un momento,  veamos hoy  la ciudad como un ser vivo en movimiento, como un ente en transcurso…
Descubriremos así que  la ciudad no es tanto  un plano sobre el papel  como un camino en el tiempo.
Alcanzaremos a ver de esta forma como Gasteiz, desde su origen, fue   un lugar de paso, una encrucijada…
Veremos llegar las mercaderías al puerto seco, a la aduana vasca, camino de los puertos del mar…
Pero, agucemos un poco más la mirada, veremos que con las mercancías vienen personas, y las personas traen consigo su tesoro más valioso: sus creencias, sus ideas, su forma de ver el mundo… y así la ciudad nace: rica, cambiante, acogedora... (sigue)


 


Y el tiempo sigue su curso; ¡mirad! ahí está el ferrocarril: en sus vagones trae carbón, y productos ultramarinos; pero ¿Quiénes son esos tipos que llegan en él? Son Obreros, canteros, hojalateros… y vienen cantando coplas rojas
¡¡Viva la internacional!! gritan con mirada clara… y muchos, de aquí y de allá, se les unen en el grito.
Son gallegos, catalanes, y hasta algún italiano errante. ¡Escuchadles! dicen que quieren cambiar el mundo
¿Y por qué no?, se preguntan las buenas gentes de la ciudad: las obreras de las fábricas de sillas y  naipes, mientras trabajan de sol a sol por cuatro perras chicas; Y, a ellas, pronto  se unen  los braceros, las criadillas, los mozos de cuerda…, y hasta un médico anarquista que no se resigna a que los pacientes se le mueran de pobres.
Pero, por el camino, ya llegan sombras verdes: tricornios de charol negro cubriendo calaveras de plomo; y la esperanza parece morir, pero es sólo una ilusión, porque la ciudad, que es camino,  no se detiene, y cuarenta años pasan volando a nuestros ojos de halcón peregrino.
Ahí están de nuevo, en barrios de ladrillos rojos tiznados de humo gris.  Mujeres hermosas marchando contra el miedo, las cestas de la compra vacías, pero las miradas llenas de dignidad….
Han venido de Castilla, de Andalucía… de pueblos depauperados por 40 años de muerte en vida; vienen huyendo de un pasado cruel, buscando un mañana mejor que construir entre todas.
Marzo del 76, la esperanza renace en las calles, en las fábricas, en los mercadillos y en las tabernas: en cada esquina un amigo, en cada rostro igualdad…  “Obreros, comerciantes, estudiantes, todo el pueblo de Vitoria a la huelga general”, reza un pasquín que vuela de mano en mano.  
Han sido cinco muertos, a las cinco de la tarde. Un asturiano recio y generoso exclama: “estos son nuestros muertos, son los muertos del pueblo de Vitoria”, y la calle se llena de alas blancas surcando el viento.
De nuevo la muerte parece triunfar, los detenedores del tiempo se han vuelto a salir con la suya, pero es sólo una ilusión.
Qué vemos ahora, son grúas, la ciudad crece de nuevo, nuevos barrios se construyen; pero, ¿quiénes son  esos  extraños que trabajan sobre los andamios, bajo las zanjas, en las casas, en las cocinas de los restaurantes? Gentes nuevas pueblan los barrios.
Los dueños del tiempo, sienten que su poder se tambalea, una vez más resurge la esperanza de un cambio. Así que los poderosos prueban con una vieja táctica: divide y vencerás.
Enfrentar nativos con emigrantes, esa es ahora la consigna; pero de nada sirve, porque somos capaces de escucharnos, de compartir como siempre hemos hecho. Porque somos capaces de ver la ciudad de otra forma, no como un esqueleto de piedra y hierro, sino como un camino hacia nuevos horizontes.
 Hala bedi¡¡
Gora Gasteiz¡¡


Juan Ibarrondo (texto leído en el homenaje de EH BILDU a las personas migrantes que han hecho posible que Gasteiz sea la que es) 






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