jueves, 8 de octubre de 2015

NACION FORAL O FEDERACIÓN DE REPÚBLICAS VASCAS


El  concepto de nación foral, lanzado al debate político por el lehendakari Urkullu, se presta a interpretaciones diversas, por lo menos tantas como las distintas tradiciones políticas de este país.
Desde un punto de vista liberal -desde la llamada modernidad liberal- se trataría simplemente de un oxímoron, pues el mismo concepto de nación es desde su origen jacobino;  y, por tanto, los fueros son sólo restos del antiguo régimen  incompatibles con una nación moderna.
Sin embargo, desde un punto de vista neoliberal  -que es al que seguramente se acerca más la propuesta jeltzale-  nación foral sería más bien  sinónimo de “paraíso fiscal”: un país donde los  “derechos históricos” permiten la desregulación de los capitales, y se convierte así en  un atractivo reservorio de dineros de diversa y, tal vez, dudosa procedencia.
Pero también existe un sentido -postmoderno y a la vez tradicional- de la foralidad entendida como la defensa del común.
Si los fueros fueron sobre todo pactos entre las élites vascas y las de la corte castellana, también llevaban implícito un “contrato social”, que mantenía derechos populares, como el acceso  a los bienes comunes, la exención del servicio militar, o el mantenimiento de batzarres y concejos como fórmulas de democracia popular…
Como escribe Linebaugh refiriéndose al Reino Unido, a la carta magna británica le acompañó la carta del bosque, que defendió el legendario Robín de los bosques y el movimiento de los diggers contra los cercados;  o, más tarde,  el movimiento obrero cartista, que reivindicó  derechos para los trabajadores en base a los viejos pactos….
En Euskalherria, también las clases populares han protagonizado revueltas frente a los constantes intentos de las élites de despojarles de sus derechos “forales”: matxinadas varias, luchas contra las corralizas, contra la imposición de las quintas…  son algunas de sus expresiones más conocidas, entre las que podemos contar- aun  con todas las matizaciones y reservas que queramos-  las propias  guerras carlistas.
Pudiera parecer, en cualquier caso, que estamos hablando de hechos del pasado que poco tienen que ver con las sociedades contemporáneas, pero nada más lejos de la realidad.
La defensa de los comunes es una de las luchas más actuales y poderosas que existen hoy en buena parte del mundo. Son luchas de millones de campesinos, indígenas, movimientos urbanos… que reivindican la defensa del agua, de la tierra, del aire, de la vivienda, del territorio… entendidos éstos como bienes comunes y no como recursos económicos.
Esas luchas entroncan con las de nuestros antepasados, y tienen además características comunes con aquellas. También en lo que concierne a la organización  territorial descentralizada, en forma de  confederación,  municipalismo, autonomía indígena, estado plurinacional…  
Fórmulas que se proponen  descentralizadas en lo político y relocalizadas en lo económico.  Frente al jacobinismo centralista del estado nación moderno, que niega los derechos a las minorías;  y también frente a una economía globalizada que destruye la diversidad ecológica y cultural.
Las comunidades zapatistas, el confederalismo democrático del pueblo kurdo, el municipalismo de las CUP catalanas, o las novedosas fórmulas de organización territorialista de la Toscana en Italia… son sólo algunos ejemplos de la vigencia de estas ideas y prácticas.
Ideas sobre las que ya escribió el lapurtarra Agosti Xaho (medio siglo antes de que Sabino Arana expresara su idea de nación vasca, basada  en Dios y las viejas leyes)  cuando habló de federación de repúblicas vascas laicas e igualitarias; o el médico anarquista vasco  Isaac Puente, que imaginó una confederación de concejos rurales que se unirían a  asociaciones de productores industriales para conformar un republica confederal.
Ideas y prácticas que haríamos bien en valorar y desarrollar si Euskalherria quiere encontrar su propia vía a la independencia, más allá del paraíso fiscal neoliberal o  a la asimilación como región folclórica a los estados español y francés; o incluso  a una Europa entendida solamente como un gran mercado en beneficio de sus oligarquías.


Juan Ibarrondo

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