A raíz de
las informaciones sobre acoso sexual grupal a mujeres durante la nochevieja en
la ciudad alemana de Colonia, y sus derivadas en otros países de la Europa
fortaleza… se ha producido un intenso
debate en las redes sociales y los medios de comunicación.
La
atribución, más o menos exacta, de estos hechos a refugiados, árabes, moros, o
musulmanes…, coordinados según se dice en alguna especie de oscura
conspiración, ha producido una víctima
colateral un tanto inesperada.
En efecto, las
redes y los medios han hervido de acusaciones, no sólo ya contra los
refugiados, los moros y los musulmanes, como viene siendo habitual, sino también
contra quienes mantenemos posiciones contrarias
al racismo, y alertamos contra la islamofobia creciente en nuestras sociedades;
incluidas muchas feministas que también se manifiestan firmemente contrarias al
racismo.
Las
acusaciones de “buenismo” y “negacionismo” a la etiquetada como “izquierda post
laica”, se han sumado a la ya clásica de
“hembrismo”, lanzada contra muchas feministas que se han atrevido a afirmar algo
tan obvio como que la violencia sexual grupal contra las mujeres (en fiestas y
otros eventos masivos) no es patrimonio exclusivo de los musulmanes, los moros,
o los refugiados…, sino que es algo
común también en nuestras sociedades, tan avanzadas y civilizadas ellas…
Ante esta
obviedad muchos exclaman: “Nosotros como los moros, eso sí que no, hasta ahí podíamos
llegar”.
De esa
manera tan pedestre reflexionan, por
decir algo, muchos machos alfa de
izquierda y derecha, altamente contrariados con el atrevimiento de estos moros:
¡que vienen a violar a nuestras mujeres! Según afirman.
Más
razonadas han sido las críticas desde algunos sectores del movimiento feminista,
que critican el relativismo cultural, y la excesiva contemporización con el
islam por parte del feminismo y la izquierda europea. Algunas de estas críticas han venido desde
sectores feministas árabes, que hacen bandera de la laicidad, y critican el abandono de esa bandera por algunas
de sus compañeras europeas.
Parecen
olvidar estas compañeras que en Europa estamos asistiendo al crecimiento
exponencial de la extrema derecha, que viene en el mismo pack que el rearme del
machismo y la pérdida de derechos civiles y sociales.
Parecen
obviar también que este crecimiento se reproduce sobre todo gracias a la
creación de un estado de opinión islamófobo, xenófobo y racista, que sirve de justificación tanto a las
políticas más conservadoras y autoritarias
al interior de la UE, como al cierre de fronteras al exterior.
La creación
de ese estado de opinión implica también el riesgo cierto de un retroceso en
las conquistas del movimiento feminista por la igualdad de derechos entre
hombres y mujeres: en ámbitos sociales, económicos, y también en derechos civiles como el derecho
al aborto.
Se entenderá
entonces que la lucha contra la islamofobia, entendida como excusa para imponer
políticas autoritarias, antidemocráticas y antisociales, sea una prioridad
tanto para el movimiento feminista como para la izquierda europea consecuente.
Desmontar
las estrategias mediáticas que criminalizan
a las personas migrantes, especialmente las musulmanas, norte africanas, o árabes…,
poner en relieve sus falacias, la demagogia que destilan, las
mentiras y medias verdades que difunden,
es por tanto una cuestión esencial en la agenda de las luchas a día de hoy en
Europa.
Esgrimir la
bandera de la laicidad de manera abstracta no sirve de mucho, si no afrontamos los
problemas reales y las amenazas concretas que sufrimos.
El feminismo
solidario con la causa de las minorías discriminadas no es algo nuevo sino todo
lo contrario, cuando mujeres como Flora Tristán ya denunciaban la esclavitud,
la opresión laboral, y la discriminación de las mujeres. O la misma Ángela
Davis, que hemos tendido el placer de recibir estos días entre nosotras, cuando
denunciaba cierto feminismo de clase alta y color blanco.
Se entiende,
y hay que apoyar sin ambages, que las
feministas árabes critiquen y denuncien el islamismo y sus prácticas
discriminatorias contra las mujeres, aunque no se entiende tanto a quienes
priorizan hasta tal punto esa lucha que justifican y defienden a regímenes
asesinos, por muy laicos que se presenten, como la dictadura militar egipcia, o
al gobierno argelino envueltos en prácticas cuasi genocidas….
En todo caso,
para encarar este debate, debemos primar los valores de la ética y la
solidaridad internacionalista. También
defender valores como la laicidad del Estado y otros universales como la
igualdad, la libertad, la diversidad…
pero entendidos siempre como herramientas integradoras y no
dogmáticas, como puntos de encuentro y
no como armas arrojadizas.
Juan
Ibarrondo
Gasteiz
11/02/2016
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