Es un lugar común en las conversaciones bien pensantes
hablar sobre “lo bien que está la educación en el País Vasco” y “lo bien
atendidas que están nuestras criaturas en las ikastolas y colegios”.
En parte por ello, ha
sido especialmente esclarecedor el último informe de Save The Children sobre la
escuela vasca, porque desmonta mitos muy arraigados en el imaginario colectivo.
Según demuestra este informe, la escuela vasca no garantiza
los mínimos exigibles respecto a la igualdad de oportunidades entre el alumnado,
sino que por el contrario segrega según
la clase social y el origen; y consolida de esa forma las desigualdades
sociales: más que en el resto del Estado español y bastante más que la media
europea.
Es decir, que la escuela vasca, lejos de ser ese paraíso
igualitario que nos venden, muestra tintes clasistas, y -por mucho que nos cueste utilizar el término
en este ámbito- también racistas. No podemos decir otra cosa de un sistema que discrimina con una educación de peor calidad a
las personas pobres, y más todavía si son migrantes o gitanas.
En realidad, esto último no debería sorprendernos tanto,
pues asociaciones de padres y madres, junto con diversos sindicatos de
enseñantes, han denunciado recientemente la aparición de escuelas-gueto, en
Gasteiz y otros lugares de la geografía vasca.
De la misma forma, el informe de la ONG en defensa de la
infancia, detalla muy bien las causas de
esta discriminación, que son variadas y profundas.
Entre ellas hay dos muy significativas, que explican ese diferencial
discriminador vasco con respecto a otras comunidades autónomas: el desmesurado
peso de la escuela concertada y el sistema de modelos lingüísticos.
La escuela concertada es en buena parte exclusiva -o casi- para sectores sociales de renta alta o media
alta, y preferentemente nativos.
La escuela pública -en cambio- es más diversa, pero dentro
de ella “también hay clases”. Esto es debido a numerosos factores, que proporcionan
menores posibilidades de éxito académico a las personas de origen extranjero o
de extracción social baja, factores que van desde el uso de internet a la elección de escuela…
Un conjunto de factores que rompen con el principio de igualdad de oportunidades
y con el ideal de una escuela que contribuya a corregir las crecientes
desigualdades sociales.
Uno de esos factores -y no el menos importante- es el
sistema de modelos lingüísticos, que está creando una brecha muy preocupante
entre el alumnado nativo de clase media o media alta, conocedor del euskera
(otra cosa es que lo hable o no); y el alumnado pobre, a menudo de origen
migrante o gitano, que no conoce el euskera, o lo conoce muy poco.
A nadie se le escapa la importancia de la educación a la
hora de conformar el tipo de sociedad de un país. Por eso es especialmente
preocupante este informe, pues apunta a que nos encaminamos -si no cambiamos
cuanto antes el rumbo- hacia una sociedad de dos velocidades.
De un lado, personas
nativas y de extracción social alta o media alta, razonablemente preparadas para su inserción
laboral, euskaldunes perfilados, con posibilidades de entrar en las
administraciones públicas vascas…
De otro, personas
pobres, migrantes o gitanas, con
mala preparación y sin conocimiento del euskera, lo que les negará su posible
acceso a la administración, incluso a los niveles con salarios más bajos.
Personas con grave riesgo de acabar en
el paro, la precariedad
laboral, y la exclusión social.
¿Es ese el modelo de país que queremos? Si es así
reconozcámoslo, y asumamos también las
graves tensiones y conflictos sociales que ocasionará; incluyendo una más que
probable quiebra de la convivencia, el aumento del racismo y la delincuencia; y
también el aumento de sentimientos
negativos hacia el euskera, que se verá por parte de las personas discriminadas
no como una factor de integración sino como una barrera que les impide acceder
a ciertos estándares mínimos de nivel de vida.
Pero, si no es este el país que queremos, si queremos un
país donde la justicia social y la igualdad de oportunidades marque la senda, pongamos en marcha cuanto antes cambios
radicales en el modelo educativo.
Eliminemos un sistema de modelos lingüísticos profundamente
discriminador, y garanticemos el aprendizaje del euskera a todas las personas.
Acabemos con los guetos escolares, poniendo en marcha
sistemas de ratios en todo el ámbito escolar,
incluida la escuela concertada, incluidas las ikastolas.
Elaboremos programas de discriminación positiva eficaz para
los sectores en riesgo de exclusión.
Y reduzcamos la desmesurada importancia de la escuela
concertada en comparación con la escuela
pública, que debe ser el eje central, cuantitativa y cualitativamente hablando,
del conjunto del sistema educativo.
Y hagámoslo pronto. Al fin y al cabo nos jugamos el futuro.
Juan Ibarrondo.
Gasteiz.
01/11/2016.
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