viernes, 24 de mayo de 2013

HUELGA GENERAL Y MÁS.


La huelga general convocada para el 30 de mayo en  Euskal Herria, deja un regusto a deja vu.  Sin que se haya producido un proceso previo para calentar motores; sin objetivos claros y concretos; con una división sindical creciente; con una participación de los movimientos sociales meramente simbólica… poco de nuevo en relación a anteriores convocatorias.
La huelga general -tal y como está concebida- es una herramienta de lucha importante; pero desligada de otros procesos de lucha se queda absolutamente coja, y hasta puede provocar cierto hastío contraproducente entre las trabajadoras y trabajadores.

En primer lugar, hay que constatar que la huelga deja fuera a la mayoría de la población; es decir, a todas aquellas personas que están fuera de un régimen salarial estable: paradas, precarias, pensionistas… Aún así, no deja de ser un instrumento de lucha muy poderoso, pero siempre que vaya inserto en un proceso de acumulación de fuerzas; y acompañado de otras dinámicas, que consigan agrupar al conjunto de las personas, la multitud, la clase obrera difusa… o como queramos llamarlo.
Desgraciadamente, éste no es el caso de la actual convocatoria.  A pesar de que nadie duda de que la  ofensiva neoliberal exija  una respuesta contundente,  varios factores juegan en contra de su efectividad y recorrido de cara al futuro.
Por una parte la endémica división sindical vasca, que afecta no ya sólo a la tradicional separación entre sindicatos de ámbito estatal y vasco, sino también al propio seno de la mayoría sindical vasca.
Puede entenderse que resulte difícil trabajar con sindicatos como UGT y CCOO, por su política entreguista y su dependencia de los gobiernos de turno. Sin embargo, los trabajadores que se sienten más o menos representados por estas centrales, a pesar de ser minoría, son necesarios para que la huelga sea un éxito. Más preocupante resulta aún la lucha por la hegemonía sindical entre ELA y LAB,  que les conduce a desencuentros permanentes que contribuyen a dar una imagen de división todavía mayor. Esta sensación de división y de lucha por la hegemonía juega en contra del éxito de cualquier estrategia de confrontación con la patronal y los gobiernos que la apoyan.
Otro factor, que en este caso utiliza de forma muy hábil la derecha vasca (PNV), es la idea bastante extendida de que, como aquí “las cosas” están mejor que en el Estado, con una “gestión adecuada” se puede afrontar la crisis sin hacer cambios profundos en el modelo social y económico. A pesar de que el desempleo sigue aumentando, y los recortes sociales también, el argumento todavía tiene su peso entre la población.
La debilidad de los movimientos sociales, en algunos casos anclados en dinámicas de los años ochenta-noventa y faltos de relevo, dificulta su participación relevante en las estrategias sindicales. Además, claro, de la actitud “vanguardista” de los grandes sindicatos vascos.
En otro sentido, la urgencia de las luchas antirrepresivas: conculcación de derechos de los presos, juicios políticos, detenciones…, absorbe buena parte de los esfuerzos de los militantes de la izquierda abertzale, especialmente los jóvenes; y, por otro lado, las dinámicas  institucionales ocupan a buena parte de sus cuadros.
De esta forma, a pesar de la buena voluntad de mucha gente, de que probablemente existe caldo de cultivo suficiente, así como experiencia de lucha y voluntad de cambio entre sectores muy significativos de la población…, es difícil articular estrategias de confrontación eficaces frente a la ofensiva neoliberal en Euskal Herria.
Es de esperar, sin embargo, que la previsible agudización de la “crisis” también en Euskal Herria, haga que quienes tienen que hacerlo se pongan las pilas. También es posible, y sería muy positivo, que las novedosas estrategias de desobediencia civil puestas recientemente en marcha en el terreno antirrepresivo, se extiendan al terreno de lo social; y que se establezcan vasos comunicantes fructíferos con los movimientos de contestación y desobediencia civil en el Estado. Aprender los uno de los otros puede ser muy enriquecedor.
Aun así, la huelga general es necesaria, pero en ningún caso suficiente. No deja de ser positivo que miles de trabajadores y trabajadoras tengan un cauce de expresión de su descontento en la calle, a través de la denuncia colectiva. Sin embargo, habrá que desbrozar los problemas -algunos endémicos- de los sectores potencialmente transformadores si queremos que jornadas como la del 30 de mayo se conviertan en algo más que “La huelga que toca este año”.