domingo, 20 de octubre de 2013

FAGOR Y LOS LÍMITES DEL CRECIMIENTO

  
La noticia de la “pre-quiebra” de FAGOR electrodomésticos, más allá del  perjuicio que ocasionará a sus trabajadores, nos debe servir para reflexionar sobre el devenir de un modelo cooperativista aquejado de gigantismo.
Desde luego no es sólo el cooperativismo vasco, o su buque insignia MCC, el que sufre este mal. Es el propio sistema capitalista, obsesionado con el crecimiento a cualquier precio, quien lo sufre. El mismo sistema que nos ha conducido a la crisis actual: una crisis, por cierto,  más profunda de lo que nos quieren hacer creer: una crisis de modelo económico, de forma de vida; incluso, por así decir, una crisis de civilización.
Sin embargo, se ha querido  presentar el cooperativismo vasco,  como refractario a la crisis y como la antítesis del modelo de desarrollo español: basado en el ladrillo y en el derroche institucional.Y ciertamente, algo de eso hay.

Es innegable que las cooperativas vascas, tienen elementos muy positivos. Un modelo que hace al trabajador partícipe de la propiedad, que propone diferencias salariales razonables entre los trabajadores, que es capaz de articular mecanismos de solidaridad entre unas empresas y otras… es probablemente más sostenible, y con seguridad más justo, que el modelo tradicional.
Sin embargo, no es oro todo lo que reluce, y la situación actual nos muestra, que ciertas prácticas que se han tomado últimamente desde MCC se han desviado del espíritu cooperativo original. Probablemente, ahí está el origen del problema.
La internalización de la producción -la deslocalización-  uno de los “mantras” del neoliberalismo, ha provocado en este caso más problemas que ventajas. Por otra parte, se ha aumentado  el número de trabajadores no cooperativistas, con lo que se produce la paradoja de una superpropiedad colectiva que “explota” a otros trabajadores. Además, la apuesta prioritaria por las finanzas y el sector servicios, o las alianzas con grandes empresas no cooperativas… son decisiones que difícilmente casan con el espíritu cooperativo.
Desde luego, tampoco se puede decir que todo ha sido negativo. La apuesta por la educación y la investigación, se ha mantenido y hasta mejorado; y es innegable también, que, por lo menos hasta ahora, la creación de empleo, y el mantenimiento de los puestos de trabajo han sido claves en la estrategia cooperativa.
MCC se ha convertido en la cooperativa más grande del mundo. Esto, que desde una perspectiva desarrollista puede parecer un logro, se ha mostrado ahora  más bien como la construcción de un gigante con los pies de barro.
¿No hubiera sido más sostenible mantener el crecimiento bajo unos parámetros razonables? Desde luego las cuentas de resultados no hubieran sido tan abultadas en épocas de bonanza; pero tal vez ahora la caída no sería tan importante.
Podríamos decir, que MCC se ha dejado seducir por los cantos de sirena neoliberales, y, hasta cierto punto, se ha alejado de esa forma de los valores que le han hecho fuerte y sostenible en el tiempo.
Salvando las distancias, la situación me recuerda a la de las cajas de ahorro.  
Hemos visto como estas entidades se han ido bancarizando poco a poco, hasta que finalmente han terminado por quebrar, como bien sabemos. Ha sido entonces cuando se han terminado por privatizar en su totalidad, perdiendo el poco sentido social que les quedaba.
¿Puede pasar algo así con el sector cooperativista? En mi opinión no es algo en absoluto descartable. En el fondo, semejante maniobra, no dejaría de ser un eslabón más de la ofensiva privatizadora, y del desmontaje de los restos del estado del bienestar.
Los titulares de los medios del poder económico, claman estos días por un cambio de estrategia en las cooperativas. Conociendo como se las gastan, no nos puede caber duda de por donde debería ir, según ellos, semejante cambio estratégico.
Ante ello, debemos defender el modelo cooperativista vasco, pero también efectuar un cambio -en este caso opuesto al que tratan de imponer los neoliberales- en sus estrategias empresariales, comerciales, laborales… Volviendo la mirada a los orígenes, y actualizando aquellos valores a los tiempos de hoy.
En mi opinión, es necesaria también una reflexión urgente, más de fondo,  sobre los límites del crecimiento. Delimitar cuándo el crecimiento se vuelve un proceso canceroso, que acaba por devorar el tejido productivo. Ello conllevará también, queramos o no, otros  debates importantes: el de los límites del consumo, y los de la propia naturaleza.

Sólo acometiendo con honradez y radicalidad estos debates seremos capaces de proponer un cambio en la producción, el consumo, y la propia concepción de bienestar;  que nos lleve a encarar y superar las crisis que vienen.