lunes, 16 de enero de 2012

HACIA UN NUEVO PARADIGMA ENERGÉTICO


 
Las cuatro “D” de la alternativa energética.

Como sucede en otros ámbitos, la crítica a las políticas energéticas  suele adolecer de alternativas bien estructuradas y desarrolladas. Aunque en el ámbito académico y científico se lleve a cabo un trabajo importante en ese sentido, a menudo desde el movimiento ecologista tenemos dificultades para trasladar esas alternativas a la opinión pública, contando además, en muchas ocasiones, con el rechazo de los grandes medios de comunicación influenciados por los eficientes gabinetes de prensa de las multinacionales de la energía. Este texto trata de esbozar algunas líneas de trabajo sobre las que sería bueno profundizar con rigor.

Una política energética sostenible debería regirse por cuatro principios básicos: Decrecimiento. Descentralización. Diversificación. Democracia.

Cualquier política energética sostenible debería partir de la base de que es absolutamente necesario rebajar sustancialmente nuestros actuales niveles de consumo energético. Como apuntan numerosos autores de la corriente “decrecentista” ello no significa necesariamente reducir nuestra calidad de vida. Necesitamos cambiar nuestro sistema de valores y formas de vida, que equiparan de forma mecánica consumo energético con calidad de vida. Como apuntaba el activista social recientemente fallecido, Dani Wagman: es posible vivir mejor con menos.

Toda política energética sostenible debe suponer la descentralización de las fuentes energéticas, así como de las redes distribución de la energía. Tan negativa como el derroche energético es la acumulación de los recursos energéticos y redes de distribución en pocas manos, que pueden lucrarse y aumentar su poder gracias a ello en detrimento de la mayoría. La descentralización es también una forma de control democrático que evite el derroche energético. La descentralización facilita además un trabajo en red absolutamente necesario para adecuar las nuevas tecnologías de la información a la producción y distribución energética.

Diversificar las fuentes de energía, pues poner todos los huevos en la misma cesta no es una opción sostenible. No existe ninguna panacea universal que pueda sustituir a los combustibles fósiles. La diversificación energética deberá estar basada, sobre todo,  en las distintas  fuentes de energía renovables que puedan ser utilizadas en cada nicho ecológico, según sus características, y sin que supongan menoscabo para el equilibrio ecológico del ecosistema local.

Establecer formas de control democrático sobre las fuentes y las redes de distribución energética, propugnado el empoderamiento social en la producción, distribución y uso de la energía. Debemos hacernos responsables y partícipes de la generación, distribución y uso de la energía. El reparto del los recursos energéticos entre la población ha de hacerse con criterios de equidad y justicia social.


Juan Ibarrondo.