domingo, 23 de junio de 2013

SEGUNDA PARTE, UCRONÍA BATALLA DE VITORIA.

Segunda entrega: EL LEHENDAKARI MARICA.

Texto: Juan Ibarrondo.
Ilustración: Marta Gil.



Monsieur Belin y sus alumnos contemplaban el gran óleo de Gericault[1], situado en el atrio de la Universidad de Oñate. En el cuadro, puede verse al emperador Napoleón Bonaparte, vestido con capa de armiño y tocado con una corona de laurel, de pie,  jurando los fueros y libertades vascas bajo el árbol de Gernika.
Por una vez, los inquietos alumnos estaban atentos. Parecían embobados ante la magnificencia del cuadro, de grandes dimensiones, donde Gericault había plasmado con eficacia la solemnidad del momento.
»Alrededor del emperador, —decía Belin en voz alta— podéis ver a los tres padres fundadores de Nueva Fenicia: Garat, Mina y Álava. Junto a ellos, están los diputados generales de las cuatro provincias de la Euskal Herria peninsular. También aparecen varios notables vascos continentales, representantes de los batzarres de sus tres territorios, todos vestidos con sus mejores trajes comprados en París. A su izquierda, podéis ver un gran grupo de txistularis, maceros, miqueletes, miñones…, y a su derecha, una compañía de húsares franceses vestidos de gala.
Una gran multitud de gentes del común rodea de cerca a las autoridades: hombres, mujeres, ancianos y niños…; y es en sus rostros entre escépticos e ilusionados: socarrones a veces, emocionados otros, donde el gran pintor francés demuestra su maestría, su savoir faire a la hora de pintar al pueblo y sus emociones. Desde luego, también se esmeró con Bonaparte, que tiene una expresión algo ausente, como si ya estuviera pensando en su próxima derrota en Waterloo. Garat, en cambio, tienen cara de pícaro, como un comerciante a punto de cerrar un buen negocio; el general Álava, por su parte, parece un pasmarote inexpresivo; y Mina muestra un rictus apasionado, casi cruel, en su rostro de facciones duras.
»Para dejar claro quién mandaba en realidad allí, fue el propio Garat quien, tras el juramento de Napoleón, lo declaró emperador de los vascos de ambos lados del pirineo. Lo hizo en francés, seguramente por deferencia con el corso que, obviamente, no conocía el vascuence.
»Luego se realizó una mise en scene espectacular —continuó Belin que cuando se emocionaba tendía a incluir palabras de su lengua materna—  Una gran gabarra, que pretendía aparentar ser un barco fenicio, recorrió la ría de Gernika, con el emperador y sus más fieles a bordo. Alrededor de la gabarra, en cuya vela mayor lucía un águila imperial dorada, iban numerosos barcos de pesca, desde donde la gente arrojaba muérdago y acebo de fruto rojo al paso del “dueño de Europa”. 
Belin, aprovechando la inusual atención de sus alumnos, que seguían mirando el cuadro, dio una sonora palmada para reclamar su atención:
Très bien garçons, vamos a seguir visitando la universidad, todavía nos quedan muchas cosas por ver aquí. Este lugar fue el escogido para firmar la constitución de 1849, y a partir de entonces se transformó también en la residencia de los lehendakaris de la Republica. Por tanto, se puede considerar como la Maison Blanche de nuestro país, aunque todo el mundo continúe llamándola “la universidad”. ¿Sabéis quién fue el primer lehendakari de Nueva Fenicia?
Una sonora carcajada respondió a la pregunta. Alguien en las últimas filas había aprovechado su relativo anonimato para soltar, a media voz,  el típico chiste fácil: le president  pédé, el lehendakari marica.
Monsieur Belin, acostumbrado a este tipo de salidas de tono, no movió una ceja y repuso:
—Efectivamente, el primer lehendakari fue Agosti Xaho[2], que seguro que conocéis porque da nombre a la ikastola; y también porque a pendejos como vosotros os hace una gracia enorme que fuera homosexual.
Belin, utilizaba a propósito un lenguaje barriobajero para poner orden en las filas de sus  alumnos. Era como si les estuviera diciendo: pero vosotros qué me vais a contar a mí que me las sé todas…  Lo mejor era que, a veces -como ahora mismo- el truco funcionaba y el profesor lograba así recuperar la atención de su clase.     
»Bon, mais oui, este suletino[3] aventurero, culto, impetuoso y algo arrogante, fue sin duda la figura más importante de nuestro pasado político. Fue él, quien consiguió convencer a gentes con intereses y culturas contrapuestas de formar una nación. También logró meter en cintura a la iglesia vasca, y fue famoso su enfrentamiento con el arzobispo de Pamplona…
En está sala, —dijo mientras entraban a una gran estancia decorada al gusto romántico— podéis ver su retrato. 
El retrato representaba a un petimetre de pelo largo, ropa a la moda de su época, botas altas, camisa con chorreras; un  hombre moreno que lucía un fino bigotillo, bajo unos ojos pintados de kohl. Un tío bueno, según el  parecer de las chicas, que así lo apreciaron en voz alta.
»Comenzó su carrera política —continuó el profesor sin hacer caso— liderando la revolución de 1848 en Nueva Fenicia. Por aquel entonces, Luis Felipe I de Orleans había jurado los fueros; y mantenido así  en manos francesas el gobierno del Nueva Fenicia. No pudo evitar en cambio, la pérdida de Álava, donde las Juntas Generales aceptaron la soberanía de España a cambio de ser reconocida Vitoria como puerto seco, franco, y sede de aduanas.
No mucho más tarde, el rey francés fue depuesto por la revolución de 1848, que instauró la república en París. Xaho hizo lo mismo en Nueva Fenicia. Lo logró gracias a un audaz golpe de mano, con el que ocupó el palacio del gobernador francés en San Sebastián, tras lo que  declaró la República Confederal de Nueva Fenicia. Además, logró que Álava se reintegrara en la República. Se dice, que lo consiguió gracias a una cuantiosa suma de dinero, que compró las suficientes voluntades en las juntas de la provincia del sur. Según se rumoreó entonces, el dinero provenía de las arcas del famoso corsario vasco, amigo personal -y tal vez amante- de Agustín Xaho: Étienne Pellot Aspikoeta[4], que obtuvo patente de corso de los sucesivos gobiernos de Nueva Fenicia y Francia.
— ¿Un Pirata? —Dijo de pronto uno de los chicos.
—Bueno, más o menos. Un corsario era un pirata que tenía autorización de algún gobierno para el pillaje.
— ¿Y qué pasó con el Arzobispo? —Dijo una chica, animada por la pregunta de su compañero.
Belín, sonrío animado por el interés de sus alumnos y repuso:
»El Arzobispo… se trata sólo de un rumor, pero ya que os interesa os lo contaré… Al parecer, durante la fiesta de San Fermín, el Arzobispo de Pamplona denunció en un sermón a Xaho acusándole de sodomía, y de complicidad con robo por su amistad con el corsario Etienne. Era una acusación muy grave, pero, según dicen, Xaho acudió en persona a quejarse al Obispo, armado con un sable, con el que amenazó al Obispo.  Cuando el sacerdote le amenazó a su vez con la excomunión, Xaho se mostró encantado de facilitarle la vía al martirio ensartándolo como un pollo allí mismo.
Al parecer, la amenaza surtió efecto pues el Arzobispo se cuidó mucho de volver a meterse con el lehendakari.
—Aunque ya os digo que sólo es un rumor y tal vez las cosas no fueron así. De todas maneras, todo el mundo lo dio por supuesto después de que Iparraguirre compusiera una copla satírica sobre el suceso, que se hizo muy popular. Igual la habéis oído, es esa que se titula Oilar, oiloa eta oilaskoa.
—Y hablando de Iparragirre ahí lo tenéis, —continuó el profesor señalando un cuadro al lado del de Xaho—. Podría pensarse que a  Xaho no le haría demasiada gracia la copla; pero al parecer no le importó demasiado, porque poco después nombró a Iparraguirre[5] consejero especial de las artes y las letras con rango de ministro. También en este caso hay quien dice que estaban liados…
Los alumnos miraron el retrato del bardo, que había compuesto el himno vasco en honor al árbol de Gernika y las libertades de los habitantes de Euskal Herria. Un tipo ya maduro, con cara de haber vivido mucho, largas barbas ya blancas, y tocado con una boina negra.
—Parece el aitona que todos hubiéramos  querido tener, pero debió ser un tío de cuidado, —apuntó Belin señalando el cuadro—. Que yo sepa se metió en más de un lío gordo durante su vida. Aunque cuando Xaho lo nombró ministro parece que sentó cabeza, y fue uno de los precursores más importantes del renacimiento vasco. Pero eso lo veremos esta tarde en el Pompidou de Bilbao. De momento, tenéis una hora libre antes de comer. A la una todos en el autobús… y tened piedad de los honrados habitantes de Oñate, que no quiero líos ¿De acuerdo?
Los jóvenes dijeron que sí y salieron trotando de la universidad. Belin se quedó mirando un rato más el retrato del cantor más famoso de Nueva Fenicia.


PROXIMO CAPÍTULO: Beethoven y Goya.





[1] Theodore Gericault, 1791-1824 fue un pintor francés prototipo del romanticismo. Tuvo una vida atormentada y corta, durante la que realizó alguna de las obras maestras del la pintura europea del romanticismo como “la balsa de la medusa”
[2] Joseph-Augustin Chaho 1810-1858 escritor y periodista, nacido en el territorio vascofrancés, fue también un lingüista especializado en euskera y en la cultura india. Algunas de sus obras son consideradas precursoras del independentismo vasco. En 1848 fue jefe de la guardia republicana en Bayona.

[3] Suletino: natural de la Soule, en francés,  Zuberoa o Xiberua en euskera,  Sole en gascón. Lugar de nacimiento de Agosti Xaho.
[4] Etienne Pellot Aspikoeta, 1765-1856, marino nacido en Hendaya, que capitaneó el buque corsario Marques de Lafayette, atacando a navíos ingleses.
[5]José María Iparraguirre 1820-1881, el bardo de Urretxu,  cuando tenía 19 años, se marchó al exilio, sumándose en 1848 a los revolucionarios franceses que derrocaron la monarquía de Luis Felipe de Orleans.