viernes, 19 de octubre de 2012

RECORTES EN CULTURA


Intervención en el foro de ONGD de Álava

Me gustaría empezar hablando sobre cómo los últimos recortes en la cultura en Araba han caído en un terreno ya abonado para ello. El impulso institucional a la cultura, antes de los recortes, estaba enfocado (salvo excepciones) en dos ejes: la cultura espectáculo, que pueda reportar votos al partido de turno; y la construcción de grandes infraestructuras culturales de dudoso interés social y cultural.
En cambio las actividades creativas, críticas… se tenían que contentar con las migajas de los dineros públicos. Así que ahora son esas migajas las que nos quitan, pero se continúan subvencionando (aunque lógicamente algo menos) actividades de cultura espectáculo, como el festival de TV, que en mi opinión apuesta por mantener una juventud y adolescencia alucinada y atontada por contenidos televisivos donde se fomentan (en general) valores como la violencia, la competitividad, el machismo... En cuanto a las  infraestructuras culturales, podríamos decir de su paralización, que a la fuerza ahorcan; pues fue el estallido de la burbuja constructiva la que obligó a su paralización y no la voluntad política de los gobernantes. Ahí tenemos el mausoleo “crea” como ejemplo de pasados despropósitos, que afortunadamente no llegaron al completo absurdo del proyectado auditorio “Bai Center”.

En todo caso, desde las personas que trabajamos en la cultura debemos comenzar a establecer propuestas y alternativas sobre otro enfoque en políticas culturales, pues otra política cultural es posible y necesaria.
En primer lugar habría que establecer líneas rojas sobre ciertas actividades culturales que deberían estar a cargo de las administraciones públicas: bibliotecas, museos, televisión y radio públicas, teatros municipales… y además reorientar las actividades al interior de éstas, dotándolas de contenido social, participativo, y fomentando la critica social desde la cultura. Además es posible desde bibliotecas, museos… apoyar actividades culturales que generen empleo a creadores, que por el contenido crítico o minoritario de sus creaciones, no pueden acceder a los circuitos comerciales.
Esta cultura pública debería convivir con las actividades culturales privadas, pero en mi opinión desde las instituciones sólo se deberían apoyar estas actividades si cumplen una serie de requisitos más allá de su rentabilidad puramente económica. Habría que buscar consensos amplios sobre cuáles son esos requisitos (fomento de la igualdad de genero, diversidad cultural, discriminación  positiva hacia el euskera…) a través de procesos participativos.
La tercera pata del banco cultural sería la cultura autogestionada y autofinanciada, con total libertad de creación y un especial énfasis en la crítica social.
Un debate realmente interesante sobre la cultura es cómo combinar estas tres formas culturales para conformar una cultura viva, popular, participativa, creativa, euskaldun…
Tal vez una de las posibles respuestas a esta cuestión esté fuera de lo que conocemos estrictamente como políticas culturales. Me refiero a la llamada renta de ciudadanía. La implantación de esta renta ayudaría, entre otras cosas, a que afloraran expresiones culturales diversas: las y los creadores podrían tener un fundamento económico mínimo para llevar adelante sus proyectos, lo que sin duda sería positivo para la cultura en general.
Esta idea me lleva a una última reflexión, que la cultura no es algo separado de la vida y la sociedad, que no somos unas “raras avis” que vivimos del aire (y encima algunos dicen que con el estómago vacío se crea mejor) si no que nuestros problemas son básicamente los mismos que los de otros sectores sociales, que sufren los recortes al igual que nosotras y nosotros. Unirnos con esos sectores será indispensable para superar el actual estado de cosas.

Juan Ibarrondo (Gasteiz; 14/10/12)