martes, 21 de febrero de 2012

GREEN CAPITAL


Últimamente, tengo la sensación de que no nos damos cuenta de lo que supone la decisión de avanzar hacia una ciudad sostenible. Parece que pensemos que, con algunos retoques cosméticos en el tejido urbano y cambios insignificantes en nuestra forma de vida, será suficiente para lograrlo. Si la concesión de la capitalidad europea verde sirve para alimentar ese autoengaño será más contraproducente que beneficiosa. Conseguir una ciudad sostenible   exigirá, nada menos, que un cambio radical en nuestra manera de producir, de transportarnos, de consumir…, en suma de vivir.


Si de verdad queremos ir hacia un modelo urbano sostenible, es preciso que exista un consenso político y social considerable; pues no es tarea para una sola legislatura ni para dos. Los tiempos del cambio ecológico no pueden estar marcados por el corto plazo de las peleas partidistas. Necesitaremos también audacia y valentía política para tomar decisiones que no gustarán a todos.
Será preciso, entre otras cosas, avanzar de forma decidida en el plan de movilidad sostenible. Organizar los desplazamientos a los polígonos industriales en transporte colectivo. Olvidar de una vez el soterramiento del ferrocarril, creando un corredor ferroviario de cercanías eficiente y compatible con el tranvía. Seguir ampliando y mejorando las líneas de autobuses. Conseguir la meta de residuos cero. Cerrar el anillo verde. Proteger los Montes de Vitoria. Lograr que los edificios se conviertan en generadores de energía renovable. Redensificar con huertos urbanos. Impulsar y renovar el sector primario en la zona rural. Acostumbrarnos a consumir menos fomentando hábitos de vida eco saludables….
El desafío, como ven, dista de ser pequeño; aunque sin duda es imprescindible. ¿Estamos dispuestos a afrontarlo? ¿A dedicar los esfuerzos y recursos necesarios? O más bien -tanto políticos como ciudadanos- vamos de boquilla.