Hay momentos en los que es preciso dejar de lado la
ideología y atender a la conciencia de cada cual. Cada uno sabrá cuáles son
esas situaciones en que, olvidando la política, obramos siguiendo el dictado de
nuestras convicciones más íntimas. Hoy quisiera destacar aquí una de ellas,
aunque desde luego no es la única. Me refiero a la situación que sufren las
personas presas enfermas en las cárceles.
Como un buen ejemplo vale más que muchos discursos, les
hablaré de la situación de una presa alavesa. Se llama Gotzone López de
Luzuriaga, es natural de Agurain, y está presa desde 1989 en distintas cárceles
acusada de pertenecer a ETA. Gotzone cumplió su condena íntegra en 2010, hace
ya dos años. Continúa en la cárcel pese a ello, pues se le aplicó la llamada
“doctrina Parot”. Gotzone sufre un cáncer de mama que se le diagnostico en
2007. Desde entonces, ha pasado un verdadero calvario para poder ser atendida
de su enfermedad; en unas cárceles que -como sabemos- dejan mucho que desear en
cuanto a condiciones sanitarias.
Se podría alegar: que la legislación penitenciaria
establece la excarcelación de presos con enfermedades graves o incurables, que
ella ya ha cumplido su condena, que distintos informes médicos aseguran que su
estancia en prisión es muy negativa para un tratamiento adecuado a su grave
enfermedad, que el alejamiento de su entorno –pues está presa en la cárcel de
Jaén- impide que reciba el apoyo de sus familiares y amigos para superar el
cáncer que padece…
No lo haré, pues por encima de todas estas justas razones
de ley, está el inalienable derecho de todo ser humano a ser tratado como tal.
Por eso, simplemente apelo a la conciencia de quienes puedan influir para
evitar este sufrimiento baldío. Por ella, pero también por todos nosotros; pues
la defensa de los derechos humanos más elementales debe ser una tarea colectiva
que a todos atañe.