Este verano va a ser distinto a los demás, pues difícilmente
será un tiempo para el descanso. Supongo, que un escritor de novela negra lo
describiría así: Un fugitivo está acorralado en un oscuro callejón sin salida
aparente. Escucha los pasos de su asesino, pero no puede hacer nada salvo
esperar a que llegue.
Sin ser tan dramático, diré que éste será un verano de
tensa espera ante un futuro cada vez más incierto. Un verano de espera: para
los trabajadores acosados por el ERE y el despido; para los 1800 parados de Gasteiz
que esperan a que LANBIDE tramite de una vez sus expedientes; para los
opositores de la “última” convocatoria de Osakidetza, que esperarán poder
entrar en el refugio de la administración; para quienes están en bolsas de
empleo, y dudan si les volverán a llamar; para los emigrantes empobrecidos, que
se debatirán entre aguantar el chaparrón o volver a la miseria en sus países… Incluso
aquellos privilegiados que tengan la posibilidad de salir de vacaciones no
podrán evitar pensar, de vez en cuando, en qué les deparará el otoño que viene.
Sí, definitivamente será difícil relajarse este verano;
sobre todo quien a duras penas llega a fin de mes. Sólo los ladrones de guante
blanco que se lucran con el sufrimiento ajeno podrán disfrutarlo. Ellos y, tal
vez, los más cínicos de sus segundones, convencidos de que sabrán capear el
temporal caiga quien caiga. Ya lo decía Kortatu en la última crisis del sigo
pasado: “Hi burgues madarikatua/ ez duzu
inoiz ezer ulertuko/ zuretzat kalean gertatzen dena/beti besteen arazoak dira”
A los demás, sólo
nos queda intentar cargar pilas y prepararnos para un otoño caliente
que pueda cambiar las cosas. La historia
no está escrita, nunca podemos saber con total seguridad por donde
transcurrirá. Confiemos pues en lo inesperado y sírvanos ello de consuelo para
pasar el mejor verano posible.