miércoles, 17 de octubre de 2012

PROPUESTAS CONTRA LOS DERECHOS SOCIALES.


Texto íntegro del artículo de opinión publicado en Diario de Noticias.

El alcalde de Vitoria, señor Maroto, ha entrado en la  campaña electoral, tal y como nos tiene acostumbrados, encendiendo el debate sobre la pobreza y la migración en parámetros que se alejan de forma grave de la defensa de los derechos humanos. Las propuestas del PP incumplen de esta forma los tratados internacionales de derechos humanos, que el Estado español ha firmado y que son de obligado cumplimiento, en especial el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. De hecho, el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas alertó en mayo de 2012  “del impacto negativo de la crisis económica - y de las respuestas del gobierno a la misma- en el disfrute del derecho al trabajo y a unas condiciones laborales decentes en España, afirmando que se ha puesto en peligro la capacidad de una gran parte de la población para ejercer estos derechos(…) los drásticos recortes en el gasto social, apuntan a un retroceso en los derechos arriba mencionados, con gravísimas consecuencias en la vida de las personas más vulnerables”.

Las políticas del gobierno español, y las propuestas del PP en la campaña electoral de la CAV, responden por tanto a una concepción de la sociedad que parece despreciar los derechos de las personas, especialmente de las personas empobrecidas. Estas políticas rompen además con el principio de igualdad ante la ley, pues ponen el acento en el control de los sectores desfavorecidos, dejando, en la práctica, barra libre a las elites económicas para actuar a su antojo.
Desgranando alguna de las propuestas más llamativas de Maroto, empezaré por su intención de eliminar las ayudas sociales a “los delincuentes”. Habría que constatar en primer lugar, que actualmente las cárceles se han convertido en almacenes de personas en extrema pobreza; y que la mayor parte de los delincuentes no pasan por el sistema judicial, y si pasan raramente acaban en la cárcel. Me refiero sobre todo a los llamados delitos económicos - si robas mil euros eres un ladrón, si robas un millón un financiero- Aunque no sólo a éstos, pues los delitos contra el medio ambiente, los abusos policiales, contra la mujer… quedan en muchos casos impunes.
Además, esta propuesta va en contra del principio de reinserción del delincuente, tal y como explicita la actual legislación penitenciaria, la normativa europea, y la propia constitución española en su artículo 25, cuando establece que “Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción”
Parece bastante evidente que si privamos a la persona presa -o al salir de prisión- de estas ayudas se entorpece gravemente su posibilidad de reinserción. Además, desde un punto de vista estrictamente económico, mantener a una persona en la cárcel, es mucho más caro que concederle las ayudas sociales a las que tiene derecho como ciudadano. A no ser, claro, que volvamos al sistema de trabajos forzados -algo por cierto explícitamente prohibido por la constitución española- y concibamos la cárcel como un negocio.
Como trabajos forzados podría entenderse también la propuesta de condicionar las ayudas sociales a la realización de trabajos para la comunidad: ¿En qué condiciones? ¿Qué tipo de trabajos? Porque es de prever que sean trabajos que no cumplan las condiciones establecidas por la OIT sobre las condiciones laborales y salariales de los trabadores/as; estableciendo además una competencia desleal con los profesionales de los distintos sectores. Recordemos aquí que el artículo 23 de la Declaración Universal de Derechos Humanos establece que “Toda persona tiene derecho a la libre elección de su trabajo a condiciones equitativas de trabajo y a la protección contra el desempleo”. Esta  propuesta va también en la dirección contraria al espíritu del Auzolan -donde todas las personas trabajan para la comunidad y no sólo los desfavorecidos- para acercarnos en cambio al esclavismo de baja intensidad.  
El colmo de la  demagogia se desprende de la idea de que los preceptores de ayudas sociales deban asumir el ordenamiento jurídico vigente. Si se refiere a que deben cumplir la ley, es evidente que no sólo ellos sino cualquier persona tiene que cumplirla, y no se entiende que sólo a emigrantes y pobres se les exija un reconocimiento explicito: ¿Por qué? ¿Para qué?
Introducir en la propuesta la  coletilla de “incluido el principio de igualdad entre hombre y mujeres” entra ya en el terreno del cinismo. ¿Por qué no se exige esto mismo a los empresarios que discriminan a las mujeres en sus condiciones laborales y salariales? Y si nos referimos al tema de la violencia de género, hace mucho que las estadísticas aclaran que esta lacra social se da desgraciadamente entre todos los sectores de la sociedad: pobres y ricos, autóctonos y emigrantes; así que una medida de este tipo resulta  claramente discriminatoria.
En cuanto al aumento del tiempo necesario de empadronamiento para acceder a las ayudas sociales -y el establecimiento de un tiempo máximo para mantenerlas-  la consecuencia es que dejaría en una situación de indefensión a miles de personas, lo que provocará a buen seguro consecuencias muy negativas para la cohesión social y un probable aumento de los delitos contra la propiedad. Resulta paradójico en este sentido, que un partido tan obsesionado con la seguridad y la propiedad privada presente medidas que crearán inseguridad creciente. Además, esta medida resulta también discriminatoria, ya que contradice el principio de no discriminación a ninguna persona por su origen, raza, religión o extracción social. Un principio claramente establecido en la legislación internacional sobre derechos humanos. Por ejemplo, la Convención Internacional sobre la Eliminación de La Discriminación Racial define en su artículo primero la discriminación como “Toda distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en motivos de raza, color, linaje, u origen nacional o étnico que tenga por objeto o por resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio, en condiciones de igualdad de los derechos humanos y libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural, o en cualquier otra esfera de la vida pública”
De forma, que en esa idea tan cacareada últimamente de “primero los de aquí” subyace una concepción racista y xenófoba. Resulta en este sentido llamativo que el PP utilice como argumento electoral el racismo del nacionalismo vasco del siglo XIX, mientras mantiene propuestas racistas en pleno siglo XXI.   
Para ir terminando, puede parecer que el motivo manifestado por el señor Maroto para llevar a cabo estas propuestas -“Evitar que las ayudas sociales se conviertan en un estilo de vida”- es un objetivo loable, pero olvida dos cosas fundamentales respecto a la manera en que pretende lograrlo.
En primer lugar, olvida la causa última de que las personas soliciten estas ayudas, que no es otra que las crecientes dificultades de acceso al empleo; dificultades surgidas a raíz de las políticas neoliberales que ellos mismos defienden. En segundo término, cualquier estudiante de primer curso de Trabajo Social sabe que -aun no siendo la mayoría de preceptores de las ayudas- existen personas con graves problemas psicológicos, familias desestructuradas, drogodependientes… El enfoque para superar estas situaciones no pasa por recortar los recursos, sino por el contrario en aumentarlos; con un enfoque de las ayudas individualizado; y, por supuesto, que respete los derechos  como personas y ciudadanos de sus beneficiarios. A no ser que queramos volver al espíritu y las prácticas de los correccionales victorianos, o franquistas, que tanto sufrimiento causaron a generaciones enteras.   
Terminaré con las recientes palabras de la relatora especial de la ONU sobre extrema pobreza y derechos humanos, Magdalena Sepúlveda, quien aseguró que “Los Estados tienen la obligación de usar al máximo sus recursos disponibles para garantizar el respeto, la protección y el cumplimiento de los derechos sociales” y alertó de “las  dificultades insoportables de las personas, en especial de las que viven en la pobreza, debido a la implementación de planes de austeridad en frecuente contradicción con la obligación legal de los Estados de hacer cumplir los derechos económicos, sociales y culturales”.

Juan Ibarrondo (Escritor)