Las últimas
elecciones al parlamento de la CAV, han deparado sensaciones agridulces a
quienes apostaban por un cambio social desde el soberanismo. Quizá las
expectativas, tras sucesivas contiendas electorales de aumento importante del
voto, estaban demasiado altas; pero la mayoría de sus simpatizantes esperaba
unos mejores resultados de la coalición EH BILDU.
A pesar de la consolidación
electoral en el conjunto del territorio -sobre todo en Álava donde se consolida
un verdadero cambio sociológico- la aritmética electoral dificulta en gran
medida que la coalición de izquierdas soberanistas ocupe ese deseado espacio de
centralidad, que permite mayorías de bloqueo en alguno de los tres grandes ejes
de la política vasca: las políticas sociales y económicas, el avance hacia la
soberanía y el proceso de paz. En el primer eje, escaso consuelo supone pensar que, con un par de escaños más, o
incluso con algún escaño desde “izquierda desunida”, las cosas hubieran
cambiado de forma notable.
Respecto al
avance hacia la soberanía política, está por ver la postura del PNV; pero está
claro que tendrá manos libres para modular los ritmos a su conveniencia;
probablemente, como ya ha anunciado, ralentizándolos más que acelerándolos.
Desde luego, en
el otro gran tema de la política vasca, el proceso de paz y normalización,
estos resultados sí suponen un avance indudable, pues se arrincona de forma
importante a quienes han defendido posturas maximalistas en este campo.
¿Y ahora qué? Una
vez descartada la posibilidad -o según como se mire despejado el espejismo- de
cambiar las políticas sociales y nacionales desde el parlamento, o incluso
desde el gobierno. ¿Hacia dónde encaminarnos?
En mi opinión, es
preciso resituar la estrategia volviendo a priorizar las luchas en la calle, en
las empresas, en la realidad cotidiana...; y convertir el importante grupo
parlamentario de EH BILDU en un altavoz de estas luchas, para fortalecerlas, y
a la vez fortalecer su alternativa política de cara a posteriores contiendas
electorales (próxima estación Navarra). Es decir, ejercer de oposición con
mayúsculas: a los previsibles recortes, privatizaciones, infraestructuras
inútiles, precarización creciente… De esta forma, se podrá mantener la sintonía
con las bases y continuar creciendo desde la izquierda, sumando fuerzas con los
sectores sociales descontentos, que irán en continuo aumento, atrayéndolos al
polo de izquierdas soberanistas.
Podría parecer
que es ésta un estrategia demasiado defensiva, y así sería si no atendiéramos
también –apoyándolas- a las alternativas que surgen, desde abajo y a la
izquierda: en la economía, la cultura, la vida cotidiana...
Desarrollar
alternativas en campos como la soberanía
alimentaria, las nuevas formas de economía solidaria, cooperativas, banca
ética, nuevas formas de organizar la economía desde un punto de vista feminista
y ecológico… es imprescindible.
Además, es
posible desde ahora mismo apoyar estas iniciativas desde las instituciones
donde se gobierne; teniendo claro que no será posible desarrollarlas al cien
por cien de la noche a la mañana, sino que hará falta tiempo y paciencia
revolucionaria para hacerlo.
De la misma
manera, en las instituciones en que se gobierne habrá que mantener posturas
coherentes en la defensa de los derechos sociales, y en la defensa del medio
ambiente (Ama Lurra) aunque en ocasiones ello pueda reportar pequeños descensos
electorales a corto plazo.
La agudización de
las crisis económica, ecológica y energética… acabará dando la razón a quien ha
mantenido posturas coherentes para hacerles frente. Los partidos del “régimen”,
por el contrario, continúan confiando en un próximo ciclo de crecimiento
económico que solucionará los problemas y para el que aseguran hay que
prepararse. Sin embargo, aun no siendo descartables repuntes “favorables” de la
economía, al coste -eso sí- de un aumento de la precarización, las
desigualdades, y de la perdida de derechos sociales; somos cada vez más quienes
pensamos que estamos ante una crisis sistémica, una crisis del modelo de
crecimiento (desarrollismo) que se enfrentará a ciclos económicos cada vez más
cortos y crisis económicas cada vez más frecuentes. Además, este modelo de
crecimiento se encuentra también ante sus propios límites estructurales: el
progresivo agotamiento de los combustibles fósiles y la pérdida creciente de
biodiversidad, incluida la amenaza global que supone el cambio climático.
Ante todo ello,
los adalides del sistema nos proponen dos caras de una misma moneda: austeridad
(empobrecimiento) para la mayoría y bonanza para unos pocos; o bien confianza
ciega en el crecimiento económico
-sin poner en cuestión el sistema capitalista
ni tener en cuenta sus límites- como única forma de superar la crisis y volver
al “Estado del Bienestar”.
Frente a estas
falsas salidas, debemos reinventar la política y la economía en parámetros de
participación (democracia) sostenibilidad y justicia social; oponernos con la
movilización y desarrollando herramientas de desobediencia civil a la
“revolución” neoliberal; y, además, ser capaces de comunicar adecuadamente
nuestras propuestas. Es decir, dar la batalla ideológica, en la calle y también
desde los medios de comunicación: los propios e incluso los ajenos.
Tener la
inteligencia política suficiente para hacerlo es la gran apuesta que tenemos
para el futuro, en Euskalherria y en el mundo.
Juan Ibarrondo
(Gasteiz 27/10/2012)