Intervención en el foro de ONGD de Álava
Me gustaría empezar hablando sobre cómo los últimos
recortes en la cultura en Araba han caído en un terreno ya abonado para ello.
El impulso institucional a la cultura, antes de los recortes, estaba enfocado
(salvo excepciones) en dos ejes: la cultura espectáculo, que pueda reportar
votos al partido de turno; y la construcción de grandes infraestructuras
culturales de dudoso interés social y cultural.
En cambio las actividades creativas, críticas… se tenían
que contentar con las migajas de los dineros públicos. Así que ahora son esas
migajas las que nos quitan, pero se continúan subvencionando (aunque
lógicamente algo menos) actividades de cultura espectáculo, como el festival de
TV, que en mi opinión apuesta por mantener una juventud y adolescencia
alucinada y atontada por contenidos televisivos donde se fomentan (en general)
valores como la violencia, la competitividad, el machismo... En cuanto a
las infraestructuras culturales,
podríamos decir de su paralización, que a la fuerza ahorcan; pues fue el
estallido de la burbuja constructiva la que obligó a su paralización y no la
voluntad política de los gobernantes. Ahí tenemos el mausoleo “crea” como
ejemplo de pasados despropósitos, que afortunadamente no llegaron al completo
absurdo del proyectado auditorio “Bai Center”.
En todo caso, desde las personas que trabajamos en la
cultura debemos comenzar a establecer propuestas y alternativas sobre otro
enfoque en políticas culturales, pues otra política cultural es posible y
necesaria.
En primer lugar habría que establecer líneas rojas sobre
ciertas actividades culturales que deberían estar a cargo de las
administraciones públicas: bibliotecas, museos, televisión y radio públicas,
teatros municipales… y además reorientar las actividades al interior de éstas,
dotándolas de contenido social, participativo, y fomentando la critica social
desde la cultura. Además es posible desde bibliotecas, museos… apoyar
actividades culturales que generen empleo a creadores, que por el contenido
crítico o minoritario de sus creaciones, no pueden acceder a los circuitos
comerciales.
Esta cultura pública debería convivir con las actividades
culturales privadas, pero en mi opinión desde las instituciones sólo se
deberían apoyar estas actividades si cumplen una serie de requisitos más allá
de su rentabilidad puramente económica. Habría que buscar consensos amplios
sobre cuáles son esos requisitos (fomento de la igualdad de genero, diversidad
cultural, discriminación positiva hacia
el euskera…) a través de procesos participativos.
La tercera pata del banco cultural sería la cultura
autogestionada y autofinanciada, con total libertad de creación y un especial
énfasis en la crítica social.
Un debate realmente interesante sobre la cultura es cómo
combinar estas tres formas culturales para conformar una cultura viva, popular,
participativa, creativa, euskaldun…
Tal vez una de las posibles respuestas a esta cuestión
esté fuera de lo que conocemos estrictamente como políticas culturales. Me
refiero a la llamada renta de ciudadanía. La implantación de esta renta
ayudaría, entre otras cosas, a que afloraran expresiones culturales diversas:
las y los creadores podrían tener un fundamento económico mínimo para llevar
adelante sus proyectos, lo que sin duda sería positivo para la cultura en
general.
Esta idea me lleva a una última reflexión, que la cultura
no es algo separado de la vida y la sociedad, que no somos unas “raras avis”
que vivimos del aire (y encima algunos dicen que con el estómago vacío se crea
mejor) si no que nuestros problemas son básicamente los mismos que los de otros
sectores sociales, que sufren los recortes al igual que nosotras y nosotros.
Unirnos con esos sectores será indispensable para superar el actual estado de
cosas.
Juan Ibarrondo (Gasteiz; 14/10/12)