La cuestión recurrente estos días en las calles es muy
sencilla: De acuerdo -se dice- las cosas están muy mal, incluso reconocemos
quienes son los responsables del desastre, pero aun así, ¿de qué sirve una
huelga general? O dicho de otra forma, ¿el día después de la huelga qué?
Tal discurso está promocionado por el gobierno y los grandes
medios de comunicación, pero también por la dinámica de los sindicatos
mayoritarios españoles.
Es decir, un pseudo activismo consistente en hacer huelgas
simbólicas y “procesiones” pacíficas, para escenificar así su descontento; sin
pretender -como ellos mismos dicen- otra cosa que nimias correcciones a los
planes de los dos grandes partidos españoles. Planes que no son más que
distintas caras de la misma moneda: una moneda emitida por los poderes
financieros y empresariales de la Unión Europea.
Dicho esto, pienso sinceramente que, aun así, es necesario
apoyar la huelga del 29J. En España puede ser interesante en la medida en que
sirva para fortalecer un movimiento social de protesta que hace tiempo que
desbordó a los sindicatos mayoritarios.
En Euskalherria, en cambio, las claves son diferentes. Soy consciente de
que establecer semejante distinción puede no ser bien entendido y hasta
criticado. Sin embargo, yo haría esta pregunta a quienes así piensan: ¿De
verdad creen que, en favor de la solidaridad de clase, vascas y vascos tenemos
que comulgar con las ruedas de molino de la reforma laboral, si disponemos de
la mínima posibilidad de evitarla creando nuestras propias regulaciones
laborales? Por supuesto, el contenido de la pregunta se podría extender a otros
ámbitos de la economía como los recortes sociales, la fiscalidad…
En el fondo, se trata de que, en Euskalherria, la correlación
de fuerzas resulta mucho más favorable a quienes aspiramos a un cambio social
desde la izquierda; o, cuando menos, a la resistencia efectiva ante la ofensiva
neoliberal. ¿Es de extrañar entonces que prefiramos jugar en nuestro propio
campo?
Desde una perspectiva vasca, la pregunta que me planteaba al principio del
artículo: ¿Después de la huelga qué?, tiene una posible respuesta: avanzar
hacia la soberanía en materia socio-económica para conseguir frenar los planes
que tratan de hacer desaparecer los restos del estado del bienestar. La vía
electoral es una de las posibilidades en Euskadi, pero, como en España, será
también una vía falsa si no va acompañada de una movilización social
importante, consistente y continuada. Dicho de forma castiza: queremos salirnos del cortijo, pero no
para montar otro sino para hacer cooperativa.
Desde luego, esto no quiere decir que en Euskalherria no
haya también razones para la crítica a los sindicatos mayoritarios vascos,
sobre todo por su incapacidad para trabar alianzas con esa inmensa minoría de
personas que no encajan en la definición tradicional de trabajador. Para
avanzar en ese sentido, será preciso activar protestas más allá de la huelga
tradicional. Por ejemplo las llamadas “otras huelgas”: impagos, ocupaciones,
autoabastecimientos…. Y dar más importancia a los movimientos sociales -en
estos momentos bastante debilitados- a
la hora de preparar jornadas de protesta general como ésta.
Por otra parte, resulta evidente que no es posible concebir
Euskalherria como una isla ajena al devenir del continente y el mundo, pero también
es verdad que los pueblos y naciones pueden discurrir a distintas velocidades
en sus anhelos liberadores. Siempre desde la solidaridad entre iguales y el
respeto a los ritmos de cada uno.
Juan Ibarrondo
(Escritor)