martes, 6 de marzo de 2012

CHIVO EXPIATORIO


 Según la tradición hebraica, al chivo expiatorio se le cargaba con todas las culpas del pueblo judío, luego se le abandonaba en mitad del desierto acompañado de insultos y pedradas, y allí era entregado al demonio Azazel. En la actualidad, se utiliza la expresión “chivo expiatorio” para denominar a aquél que paga las culpas, no sólo de sí mismo sino también las de otros, librando así a éstos de represalias. No sé que pensarán ustedes, pero a mí me parece que la definición se adapta perfectamente al Duque de Palma. A no ser, claro, que el demonio de la justicia española lo libre en el último momento de su sacrificio.


Me explico. Lo malo del caso Urdangarin no es que no se respete su presunción de inocencia, ni que se le linche mediáticamente. El problema es que acapara la atención, distrayéndonos así de los desmanes  que los de su casta siguen llevando a cabo. También de las presuntas corruptelas de la Casa Real, que los propios medios se encargan de exculpar. Como si Urdangarin fuera sólo la oveja negra que hay en toda familia, ocultando de esa forma el oscurantismo de las cuentas reales y las  implicaciones de la Casa Real en el caso.
En las peluquerías, en las tabernas, en las conversaciones de ascensor… ponemos a parir al duque y olvidamos hacer lo mismo con banqueros como Emilio Botín, como su apellido indica; empresarios como Juan Rosell, el lenguaraz presidente de la patronal española que nos invita a marchar a Laponia a trabajar; obispos fachas, que se atreven a decirnos lo que tenemos que hacer con nuestros cuerpos serranos; o ministros “populares” bajo las órdenes de los anteriores, que nos anuncian recortes y más recortes hasta que sus jefes digan basta. Es decir, cuando todos hagamos las cosas tal  como ellos quieren y como Dios manda. En su beneficio y a mayor gloria de España. No sé ustedes, pero yo en ese cortijo no pinto nada.