Me explico. Lo malo del caso Urdangarin no es que no se
respete su presunción de inocencia, ni que se le linche mediáticamente. El
problema es que acapara la atención, distrayéndonos así de los desmanes que los de su casta siguen llevando a cabo.
También de las presuntas corruptelas de la Casa Real, que los propios medios se
encargan de exculpar. Como si Urdangarin fuera sólo la oveja negra que hay en
toda familia, ocultando de esa forma el oscurantismo de las cuentas reales y
las implicaciones de la Casa Real en el
caso.
En las peluquerías, en las tabernas, en las conversaciones
de ascensor… ponemos a parir al duque y olvidamos hacer lo mismo con banqueros
como Emilio Botín, como su apellido indica; empresarios como Juan Rosell, el
lenguaraz presidente de la patronal española que nos invita a marchar a Laponia
a trabajar; obispos fachas, que se atreven a decirnos lo que tenemos que hacer
con nuestros cuerpos serranos; o ministros “populares” bajo las órdenes de los
anteriores, que nos anuncian recortes y más recortes hasta que sus jefes digan
basta. Es decir, cuando todos hagamos las cosas tal como ellos quieren y como Dios manda. En su
beneficio y a mayor gloria de España. No sé ustedes, pero yo en ese cortijo no
pinto nada.