En relación a los últimos acontecimientos sobre “el
conflicto vasco” podríamos decir que se han dado algunos pasos, pero que estos
son demasiado tímidos para las expectativas de la mayoría de la sociedad vasca,
y para los actores internacionales que se interesan por el tema. Se podría
hablar de esperanza moderada, aunque los obstáculos más importantes para
desbloquear el proceso continúan ahí.
Si bien es verdad que el plan del gobierno español para la
reinserción de los presos supone un pequeño avance sobre el total inmovilismo
que había hasta ahora (eliminado un condición bastante extravagante como era la
petición de perdón) también es cierto que, por otro lado, siguen los juicios
políticos a militantes de la izquierda abertzale, que continúa
inexplicablemente ilegalizada, aunque, paradójicamente, ostente importantes
responsabilidades institucionales.
Da la sensación de que el gobierno del Partido Popular
continúa preso de un discurso del pasado, que de tanto repetirlo, resulta
difícil de desmentir (aunque sin duda en otras cuestiones los remilgos no son
tantos). Por otra parte, los sectores más “ultras” del PP continúan teniendo un
peso importante en el partido y dificultan todavía más cualquier avance hacia
la resolución definitiva del conflicto. Resulta inquietante en ese sentido la
posibilidad de que el gobierno utilice su “firmeza” en este tema para tapar la
serie de desastres que se le vienen encima en temas económicos y sociales.
Desde el campo de ETA, sin duda se han dado pasos
importantes en los últimos tiempos, como la disposición al desarme con
verificación internacional. También, tal vez como respuesta al tímido paso dado
por el gobierno, la renuncia a defenderse con las armas ante posibles
detenciones. Por su parte, la izquierda abertzale continúa firme en el camino
marcado en la conferencia internacional de Aiete, a pesar de las presiones
judiciales y policiales a las que se ve sometida.
Uno de los temas claves, como es el carácter colectivo o
individual de la reinserción de los presos, tiene una interpretación más política
que práctica, pues es difícil sostener desde el gobierno -más allá de la retórica-
que sería negativo el hecho de que todos los presos (o la gran mayoría) aceptaran
el proceso de reinserción, con lo que ya estaríamos hablando de salida
colectiva. Que sean churras o merinas es lo de menos mientras se produzca la
progresiva excarcelación de los reclusos. Lo mismo se podría decir del carácter
político o delincuencial de la organización armada (aunque desde un punto de
vista objetivo parece innegable el sentido político de la actividad de ETA, más
allá de si se está de acuerdo o no con su actuar a lo largo de las décadas de
lucha armada).
Lo que ciertamente
no es de recibo es que se mantengan medidas de excepción sobre los
presos, y no se cumpla la legalidad penitenciaria sobre temas como la
excarcelación de presos enfermos, el cumplimiento de penas cerca de su lugar de
origen, la libertad condicional cumplidas tres cuartas partes de las penas…
como sucede con el resto de los reclusos. Mantener esas medidas en un contexto
en el que ETA ha renunciado unilateralmente y de manera definitiva a la
violencia, y ha anunciado su disposición a desarmarse incondicionalmente, es
sencillamente utilizar a los presos de ETA (por no hablar de los presos
encarcelados por razones estrictamente políticas) como rehenes.
Podría existir una razón escondida para ello, más allá de
lo apuntado anteriormente, y es la intención de ciertas fuerzas oscuras del
Estado Español de descarrilar el proceso de paz, fomentando una escisión en
ETA, y en la propia izquierda abertzale, aunque por lo menos de momentos no
parece que vayan a conseguirlo.
Por otra parte, hablando en términos estrictamente políticos,
la utilización de las personas presas como rehenes trata de desgastar
políticamente las posibilidades electorales de la coalición soberanista y de
izquierdas ante los próximos comicios autonómicos.
Podría incluso aventurarse -aunque desde luego espero que
las cosas no deriven de ese modo- que los presos puedan utilizarse como moneda
de cambio ante una previsible (por lo menos así lo dicen las encuestas)
victoria electoral de Amaiur en las elecciones autonómicas y su menos
previsible (aunque no descartable) llegada a Ajuria Enea; Se trataría de esa
forma de condicionar a la baja los pasos que se puedan dar hacia la
independencia -o una mayor soberanía económica y social- desde las fuerzas
soberanistas; algo que sería en cualquier caso inaceptable para estas últimas.
Afortunadamente, es de esperar que la presión de la
sociedad vasca, que apuesta muy mayoritariamente por una salida democrática y
dialogada al conflicto; la presión internacional que va ganando peso; el apoyo
de los sectores progresistas de la sociedad española… desbaraten estas
intenciones –si es que existen- y se pueda avanzar en el proceso de paz desde
parámetros de racionalidad. Los mismos que han guiado hacia la paz a otros
conflictos en ocasiones más enconados y complejos que el nuestro.
Juan Ibarrondo
(Periodista y escritor)