martes, 1 de mayo de 2012

TRABAJAR COMO CHINOS


Hoy que se celebra el día de los trabajadores -y no del trabajo como a veces se dice- la patronal vasca aboga por el aumento de la jornada laboral, y se extiende la idea de que  la creación de puestos de trabajo justifica cualquier desaguisado por dañino que sea. Sin embargo, no está de más recordar que la reivindicación principal de la clase obrera en la época de los “mártires de Chicago” era, por el contrario, la reducción de la jornada laboral.


La idea de la glorificación del trabajo tiene raíces muy distintas. Son raíces fundamentalmente religiosas. La ética de muchos credos cristianos asegura que el trabajo es la mejor forma de agradar a Dios. Desde una perspectiva diferente, también la moral confunciana, dominante en la China actual, hace hincapié en el trabajo duro como valor universal. Según esa manera de pensar, se trata de vivir para trabajar, y no de trabajar para vivir como consideran la mayoría de culturas y personas del mundo. Además, desde una perspectiva ecológica,  ¿se imaginan que todos los habitantes del mundo se pusieran a trabajar como posesos? El ecosistema global duraría -si me permiten la expresión- el cantar de un vizcaíno.
Para Max Weber, el capitalismo tiene su origen ideológico en la ética protestante, así que no es de extrañar la obsesión por el trabajo -ajeno por supuesto- de quienes defienden ese orden económico. Pero, ¿realmente queremos “trabajar como chinos”? Yo creo que no. Lo que queremos es un trabajo digno que nos deje tiempo para vivir, no trabajar a toda costa en las condiciones que sea. Es más, seguramente tampoco los chinos -ni los alemanes- quieren “trabajar como chinos”.
Los especuladores del trabajo ajeno nos venden la moral del trabajo como dogma de fe, pero, afortunadamente, hace ya mucho que la mayoría dejamos de comulgar con ruedas de molino. Por lo menos desde el primero de mayo de 1886.