martes, 8 de mayo de 2012

SOTERRAMIENTO


Cuentan, que, en la antigua Roma, las viejas murallas que durante siglos habían defendido la ciudad amenazaban ruina. Ello no hubiera tenido demasiada importancia, si no fuera porque los bárbaros amenazaban una vez más la ciudad. Los gobernantes romanos decidieron entonces reconstruir las murallas, pero no se ponían de acuerdo en la manera de hacerlo.



Algunos proponían contratar al mejor arquitecto de Egipto, descendiente de quienes levantaron las pirámides. Otros, en cambio, optaban por un griego autor del gran hipódromo de Constantinopla. De nada sirvió que el tesorero municipal asegurara que no había dinero suficiente para ello en las arcas del imperio, ni que los técnicos locales propusieran que, al menos, se reforzaran de la mejor manera posible las viejas murallas. Pasaron los años y los nobles romanos, con intereses económicos en el proyecto, seguían discutiendo; y así fue que los bárbaros llegaron por fin a las puertas de la ciudad y la conquistaron sin dificultad alguna.
Actualmente, aunque no existen ya los bárbaros, se siguen proponiendo barbaridades en cuanto a infraestructuras imposibles. De nada sirve que los técnicos propios, y los expertos ajenos, propongan una alternativa viable al soterramiento de las vías del ferrocarril a su paso por Vitoria. Un proyecto de tren-tran (combinación de tren de cercanías y tranvía) que uniría, sin necesidad de soterramiento, el este y el oeste de la ciudad; que mejoraría el acceso a los polígonos industriales, y también a las poblaciones del eje Miranda-Araia. Un proyecto testado, además, por una de las empresas ferroviarias más importantes del país. A pesar de ello, las autoridades municipales siguen vendiendo humo. Esto no sería tan grave si no fuera porque esas falsas ilusiones paralizan actuaciones realistas y sostenibles, que redundarían en beneficio de un trasporte más eficaz para la provincia.