Los
sobresalientes resultados de Podemos en la CAV y en Nafarroa, son fruto, sobre
todo, del deseo mayoritario de la
sociedad vasca por incidir en el cambio político del Estado. En ese sentido, se
pueden entender como un voto anti Rajoy y no tanto como el apoyo incondicional a un
partido todavía con una escasa implantación sobre el terreno, y que incluso
tuvo una importante crisis interna poco antes de los comicios.
Sin embargo,
Podemos supo jugar bien sus cartas, dejó muy clara su apuesta por el derecho a
decidir -incluido un referéndum vinculante- y se posicionó a favor del cambio
de la política penitenciaria, ambos temas muy sensibles entre el electorado
abertzale y que finalmente provocaron el trasvase de votos desde EH Bildu.
Este
trasvase no sólo ha sido mérito de Podemos sino también demérito de EH Bildu,
que ha realizado una campaña de bajo perfil, confiando, -demasiado como se ha
visto- en la tradicional fidelidad de su electorado.
Pero, el
problema de fondo que viene arrastrando esta coalición, es no ser capaz de liderar las ansias de cambio social del electorado
progresista en Euskalherria, al no haber sabido definir con claridad la soberanía en función del
cambio social: enredándose por el contrario en guiños al PNV, e incidiendo casi
exclusivamente en mensajes soberanistas/identitarios.
En cambio, sectores
netamente nacionalistas, pero más
conservadores en lo social, parecen haberse inclinado por el PNV, que también
ha recogido el voto de electores conservadores no nacionalistas, hastiados de
la radicalidad del PP (visualizada con la dimisión de Arantza Quiroga) y
contentos con la gestión económica de los jeltzales.
EH Bildu, ha
querido hacer en campaña una copia del proceso catalán sin estar preparados
para ello, ni contar con el apoyo del
PNV, que de momento no tiene ninguna intención de seguir los pasos de Artur
Mas.
Además, la estructura en forma de coalición, que en
algún momento funcionó muy bien, resulta ahora mismo un lastre para que la
Izquierda Abertzale asuma el liderazgo del soberanismo “desde abajo y a la
izquierda”, rompiendo de una vez sus “lazos edípicos” con el PNV.
Hipnotizados
por el proceso catalán, no han aclarados sus propias dudas sobre si son
ERC o
Las CUP, y no parecen haber
entendido que las realidades catalana y vasca son muy diferentes.
No podemos
obviar tampoco el acoso policial y judicial
que sigue sufriendo EH Bildu, algo que dificulta los procesos de cambio
internos; sometidos además como están al chantaje que el Gobierno del PP les
hace con los presos vascos utilizados como rehenes.
Esta
situación, claramente antidemocrática, ha provocado cada vez más graves
disensiones internas en la Izquierda Abertzale; y la preocupante aparición de
sectores nostálgicos de la estrategia político militar, que pueden ir en
aumento si no hay cambios relevantes en política penitenciaria. El PP sabe esto
y juega a debilitar así a la Izquierda Abertzale, y parece que en esta ocasión
lo ha conseguido.
En cualquier
caso lo que resulta innegable es la tendencia a la baja de los grandes partidos estatales
tradicionales, que siguen en caída libre, y la irrelevancia del “fenómeno
ciudadanos” que no logra representación alguna en Euskalherria. La excepción a
esta tendencia es paradójicamente navarra, donde la coalición UPN/PP aguanta
mejor, aunque también aquí Podemos logra muy buenos resultados frente a EH
Bildu y Geroa Bai.
A nadie se
le escapa tampoco la proximidad de las elecciones autonómicas en la CAV para
otoño, y también la posibilidad de su adelanto por parte del Gobierno Vasco para
imposibilitar que se presente Arnaldo Otegi como candidato a lehendakari.
En cualquier
caso, sean adelantadas o no, aparece por
primera vez en el panorama la
posibilidad de un eje de izquierdas a
favor del derecho a decidir (Podemos y EH Bildu) con serias opciones de triunfo
electoral si son capaces de gestionar de forma inteligente sus diferencias y
sus puntos de encuentro.