jueves, 15 de marzo de 2012

EL VALOR DE UNA HUELGA


La cuestión recurrente estos días en las calles es muy sencilla: De acuerdo -se dice- las cosas están muy mal, incluso reconocemos quienes son los responsables del desastre, pero aun así, ¿de qué sirve una huelga general? O dicho de otra forma, ¿el día después de la huelga qué?
Tal discurso está promocionado por el gobierno y los grandes medios de comunicación, pero también por la dinámica de los sindicatos mayoritarios españoles. 

Es decir, un pseudo activismo consistente en hacer huelgas simbólicas y “procesiones” pacíficas, para escenificar así su descontento; sin pretender -como ellos mismos dicen- otra cosa que nimias correcciones a los planes de los dos grandes partidos españoles. Planes que no son más que distintas caras de la misma moneda: una moneda emitida por los poderes financieros y empresariales de la Unión Europea.
Dicho esto, pienso sinceramente que, aun así, es necesario apoyar la huelga del 29J. En España puede ser interesante en la medida en que sirva para fortalecer un movimiento social de protesta que hace tiempo que desbordó a los sindicatos mayoritarios.
En Euskalherria, en cambio,  las claves son diferentes. Soy consciente de que establecer semejante distinción puede no ser bien entendido y hasta criticado. Sin embargo, yo haría esta pregunta a quienes así piensan: ¿De verdad creen que, en favor de la solidaridad de clase, vascas y vascos tenemos que comulgar con las ruedas de molino de la reforma laboral, si disponemos de la mínima posibilidad de evitarla creando nuestras propias regulaciones laborales? Por supuesto, el contenido de la pregunta se podría extender a otros ámbitos de la economía como los recortes sociales,  la fiscalidad…
En el fondo, se trata de que, en Euskalherria, la correlación de fuerzas resulta mucho más favorable a quienes aspiramos a un cambio social desde la izquierda; o, cuando menos, a la resistencia efectiva ante la ofensiva neoliberal. ¿Es de extrañar entonces que prefiramos jugar en nuestro propio campo?
Desde una perspectiva vasca,  la pregunta que me planteaba al principio del artículo: ¿Después de la huelga qué?, tiene una posible respuesta: avanzar hacia la soberanía en materia socio-económica para conseguir frenar los planes que tratan de hacer desaparecer los restos del estado del bienestar. La vía electoral es una de las posibilidades en Euskadi, pero, como en España, será también una vía falsa si no va acompañada de una movilización social importante, consistente y continuada. Dicho de forma castiza: queremos salirnos del cortijo, pero no para montar otro sino para hacer cooperativa.
Desde luego, esto no quiere decir que en Euskalherria no haya también razones para la crítica a los sindicatos mayoritarios vascos, sobre todo por su incapacidad para trabar alianzas con esa inmensa minoría de personas que no encajan en la definición tradicional de trabajador. Para avanzar en ese sentido, será preciso activar protestas más allá de la huelga tradicional. Por ejemplo las llamadas “otras huelgas”: impagos, ocupaciones, autoabastecimientos…. Y dar más importancia a los movimientos sociales -en estos momentos  bastante debilitados- a la hora de preparar jornadas de protesta general como ésta.
Por otra parte, resulta evidente que no es posible concebir Euskalherria como una isla ajena al devenir del continente y el mundo, pero también es verdad que los pueblos y naciones pueden discurrir a distintas velocidades en sus anhelos liberadores. Siempre desde la solidaridad entre iguales y el respeto a los ritmos de cada uno.   


Juan Ibarrondo
(Escritor)