martes, 27 de marzo de 2012

HUELGA GENERAL


He oído últimamente a cierta gente que, aun estando en contra de los recortes sociales y la reforma laboral, no acaba de decidirse a apoyar la huelga general. Son los eternos escépticos. Quienes piensan que la única manera de bandear la crisis es encastillarse en la posición de cada uno, y mantenerla con uñas y dientes frente al resto. Para ellos, cualquier acción colectiva es sólo una pérdida de tiempo. 

Otros  -sin atreverse a decir tanto- ponen distintas excusas: que si los piquetes coaccionan, que si los sindicatos están divididos… Estas excusas esconden -en ocasiones- el miedo a perder el trabajo, algo muy  comprensible; pero en otras, tan sólo el interés de no  perder el jornal de ese día, o de no perder puntos ante el jefe. Por último, hay quien se apunta a la versión  políticamente correcta: “el país no está para huelgas”, a lo que inmediatamente añaden: “la huelga no sirve para nada”. No estoy de acuerdo.
La huelga sirve para recordarnos que es la clase trabajadora la que sustenta la sociedad, que sin nosotros y nosotras el sistema colapsaría. La huelga nos demuestra que los políticos, los empresarios, los banqueros… tienen el poder de decidir sólo porque delegamos en ellos; pero que no son capaces de gobernar contra un pueblo unido y dispuesto a desobedecerles. La huelga sirve también para unificar protestas aisladas. Al fin y al cabo, son los mismos intereses que impulsan el mantenimiento de Garoña -o el Fracking- los que se beneficiarán de la reforma laboral y el desmantelamiento de los servicios públicos.  A veces, luchamos cada cual en su parcela y nos sentimos aislados frente a unos poderes que se muestran como incuestionables. La huelga puede romper en parte ese aislamiento. En suma, la huelga general servirá para mostrar la fotografía de una Euskalherria insumisa frente a la imposición. El jueves nos vemos en las calles.